Census Number
1
Date
1582
Year
1582
Book: Start
45
Book: VOLUME
8
Recipient Place: Lat/Long Simplified
40.352, 4.0852
Recipient
Recipient Place
Languages
Place: PROVINCE
Place: Region
Place: State/Town
19.31, -98.53
Raw 11: Local Jurisdiction
En cuanto a satisfacer y responder a la dicha Instrucción, será desde el capítulo once, por la orden y forma dellos. Y, así, digo que esta ciudad de Tezcuco, de que ha de tratar la relación, es pueblo poblado de indios y una de las tres cabeceras de la Nueva España, y, como tal, está encomendada a la Corona real. La cual, en tiempo de su gentilidad, alcanzó y tuvo grande y extendida jurisdicción, en la que entraban muchas tierras, pueblos y provincias. Corría, prolongada, desde el Mar del Nortea la del Sur, con todo lo que se comprende, a la banda del oriente, hasta el puerto de la Veracruz, salvo la ciudad de Tlaxcala y Huexotzinco.Y, de presente, la tiene tan corta y estrecha, que su jurisdicción no pasa de diez leguas por lo más largo y, de travesía, apenas tiene dos.
Cae en la jurisdicción y gobierno de los virreyes desta Nueva España, y es uno de los más honrosos cargos que proveen; y, así, lo han dado siempre a personas tales. Y es cabecera de doctrina tan solamente del pueblo de Tetzoyucan, por no tener frailes ni otros que la administren; y, así, es a cargo de los frailes franciscos deste convento.
Y, en cuanto a la jurisdicción de los alcaldes mayores della, en los pueblos de Huexutla, Cohuatl ichan, Chiauhtlay Tetzoyucan, que son de la Corona real y pueblos de por sí, y que tienen gobernadores, alcaldes y justicia y regimiento, sobre los cuales no tiene el gobierno de los indios desta ciudad ninguna jurisdicción ni superioridad, si no es a los llamamientos generales, cuando se ofrecen negocios que tratar o hacer, por mandamiento del virrey o Audiencia Real. En tal caso, no sólo ellos, sino obedécenle todas las provincias que tenía por sujetos en su antigüedad; aunque esto acontece raras veces.
Raw 12: Local Towns and their Jurisdictions and Difficulty of Journey/Geography
Tiene esta ciudad de Tezcuco a Méxicoa la banda del poniente, a distancia de tres leguas, porque sólo esto hay por vía derecha, por la laguna que está entre ambas ciudades, en medio de la cual termina la una con la otra, corriendo la línea y mojonera de norte a sur. Navégase por ésta, en canoas, de la una ciudad a la otra. Y, para ir de Tezcuco a México por tierra, hay dos caminos: el uno es saliendo hacia el norte y dando vuelta sobre mano siniestra, bajando la dicha laguna; es camino de 7 leguas, llano, y que se anda con carros. Y, queriendo ir por la parte del sur, a la ribera de la dicha laguna y bajando por mano derecha, hay espacio de ocho leguas, llano y de carros, y más apacible, por la frescura de las fuentes de agua dulce dé los pueblos por donde se pasa.
El pueblo de Chiauhtlacae, de Tezcuco, a la parte del norte, a menos de media legua. Y otro tanto más adelante, por la propia vía, está el pueblo de Tetzoyucan,visita de la doctrina de los frailes desta ciudad. Y, a una legua della, está el pueblo de Tepetlaoztoc, que tiene en encomienda el señor Juan Velázquez de Salazar. Entre el norte y el oriente y por la parte del sur, tiene a Huexutla, que dista della menos de media legua; y adelante, por la propia derecha, está Cohuatlichancomo a media legua. Camínase a todos ellos por caminos muy llanos y derechos, a pie y a caballo, aunque con trabajo, especialmente en tiempo de aguas, por la aspereza de la serranía que se atraviesa en medio.
Raw 13: Location Name and Local Language Origins
Está de la ciudad de Tezcuco a la parte de oriente, a una legua, un pequeño cerro que antiguamente se llamó Tetzcotl: lengua chichimeca de una generación de indios bárbaros como alárabes de África, que primero hollaron y poblaron esta tierra y su comarca, venidos de hacia las Zacatecas, de donde son ahora las minas más famosas desta Nueva España,por su riqueza, y aun por la valentía de los indios dellas, que, a opinión de hombres prácticos de naciones extranjeras, son los mayores flecheros del mundo.
Y se sabe que después, sobreviniendo los culkuaque, generación mexicana, poblando donde está ahora esta ciudad y corrompiendo el vocablo Tetzcotl, llamaron a la ciudad Tezcoco, que se derivó de tetzcotl, y al cerro llamaron Tezcotzinco, nombre diminutivo, tomándolo por “cosa pequeña”, como lo es a respecto de otros cerros mayores. De suerte que tetzcotl, por ser verbo chichimeco, no se ha podido saber su verdadero significado; porque los chichimecas que primero le pusieron el nombre, no sólo se han acabado, pero no hay memoria de su lengua ni quien sepa interpretar los nombres de muchas cosas que, hasta ahora, en aquella lengua se nombran. Y, si dellos se trata en algunas pinturas y caracteres, es para solamente enumerar los linajes y abalorios de los señores naturales desta tierra, que se jactan y precian de proceder dellos.
Así que, acabados los chichimecaso convertidos en culhuaque, usaron su lengua, que es la misma mexicana, y después, andando el tiempo, llamaron a la comarca de la ciudad, y a su provincia, Acouiuacan,en memoria de los chichimecas sus primeros pobladores, porque era gente más dispuesta y alta de los hombros arriba que los culhuaque. Porque, acol, quiere decir “hombro”; de manera que, por aculhuaque, se interpretará “hombrudos”. Y, así, nombraron a esta provincia Acolhuacan, que es tanto como decir “tierra y provincia de los hombres hombrudos”; y, por la misma razón, al lenguaje que generalmente en toda esta provincia hablan, llamaron acolhuacatlatoli. Y, porque de culhuaque a acúlhuaque hay mucha semejanza, y para que no se tome lo uno por lo otro y por esto haya error, se advierte que, como se ha dicho, acul huaqueson los chichimecas “hombrudos” y culhuaque son los advenedizos del género mexicano tomando la denominación de su nombre de Culhuacan, pueblo de donde vinieron de la parte del poniente.
Y el significado del nombre de Huexotlaes de “lugar donde hay sauces”, porque huexutl es "sauz”, y Cohuatlichan quiere decir “casa de culebra”, y es que hay en este pueblo una cueva, donde, antiguamente, se halló una de extraña grandeza, por cuyo respecto el pueblo tomó este nombre. Y Chiauhtla, que quiere decir "cenagado”, se llamó así, por las ciénegas que en él hay. Y Tetzoyucan llámase así, por un género de piedra colorada, esponjosa y liviana, que se llama tetzontli, la mejor que hay en esta tierra para edificar. Y tepetla y oztoc, por "la tosca” y por "las cuevas”, y destos dos nombres se compone el del pueblo de Tepetlaoztoc. Calpulalpa se interpreta por “lugar y tierras de muchos barrios”, y, así, parece que Nezahualcoyotzin, rey que fue desta ciudad y su provincia, repartió aquella tierra entre los indios de seis barrios que en esta ciudad hay, llevando, de cada uno, cantidad dellos a la poblar. Mazaapanse nombró ansí, porque quiere decir en nuestro romance, "agua de venados”. Yahualiuhcan, se nombró así, por un "cerro redondo”, en cuya falda están asentados y poblados los indios.
Raw 14: Local Hierarchy and Customs
La ciudad de Tezcuco, con todas sus tierras, pueblos y provincias, fue de los reyes della casi de mil años a esta parte. Y, aunque en su señorío hubo mucha variación y mudanzas, como hay en todas las cosas desta vida, al fin, cuando a ella llegó don Hernando Cortés y los demás conquistadores, halló que la poseía Cacamatzin,último rey della. hijo de Nezahualpiltzintli, de la sangre y estirpe real de los chichimecas.Y porque éste Cacamatzin no reinó más que tres años, y por haber sido muy vicioso, no se tratará dél en esta relación, sino de Nezahualpiltzintli, su padre, y de Nezahualcoyotzin, su abuelo; porque, con éstos, irá muy acertáda, por haber sido hombres muy virtuosos y que redujeron a sus vasallos en buenas costumbres y modo honesto de vivir, como se dirá en su lugar. Y, así, el señorío que sobre ellos tuvieron se fundaba sobre muchas razones y, principalmente, sobre tres: la primera, porque los chichimecas que primero asentaron en esta tierra traían señor y rey natural, del cual procedieron los demás sus sucesores, heredando de padre a hijo el reino. Y, en este tiempo, se conservó con otra razón mayor: porque todas las más naciones que hay en esta provincia son advenedizas, especialmente los culhuaque, y, por que los señores chichimecas, en cuyo tiempo llegaron, los dejasen asentar y poblar, se les sometieron por vasallos, siendo, como eran, los chichimecas sus señores natúrales. Y, la otra, porque, el tiempo adelante, generalmente se rebelaron contra Ixtlilxuchitl, padre de Nezahualcoyotzin,en favor de Tetzotzomoctli, señor de Azcaputzalco, a su enemigo, al cual, después de haberle mucho tiempo perseguido, en que pasaron muchos trances, le mataron. Y, sojuzgados, después Nezahualcoyotzin, su hijo, con fuerza de armas y con el favor de los choleas, ganó el imperio verdadero que sobre ellos tuvo; aunque, después de allanados, los trató humanamente, usando de mucha clemencia,olvidando el rigor de la justicia que su rebelión y malicia merecían, con ellos usando de mucha clemencia, causa bastante para amarle y temerle, como realmente lo hicieron, y lo mismo a su hijo Nezahualpiltzintli.
Éstos les dieron leyes y ordenanzas con que se gobernasen, y viviesen conforme a razón y policía, cuyos tiempos llamaron ellos bienaventurados, por la mucha moderación con que los gobernaron, que duraron ochenta y tres años, que fue el tiempo que reinaron estos dos; y, así nunca acaban de decir bien dellos, especialmente cuando padecen aflicciones y trabajos. Tenían sobre ellos dominio absoluto, pues estaba en su mano la muerte y la vida dellos, y ansí de la de los demás señores, sus inferiores; aunque estos dos príncipes, padre e hijo, siempre usaron de rectitud y justicia, como se colige de sus hechos y obras en paz y en guerra, que están olvidados por falta de letras, que, según son las cosas que dellos cuentan, especialmente de Nezahualcoyotzin, no merecían estar sepultadas.
Estimaron en mucho a los virtuosos, y más si eran valientes, y, por esto, les daban grandes premios y subían a grandes dignidades. Y, por la misma razón, castigaban a los que erraban y se excedían, viviendo viciosa y torpemente; aunque fuesen sus propios hijos, como por experiencia se vio en la justicia que de algunos dellos hicieron, que se contará en su lugar.
Era en su mano la paz y la guerra, y eran tan temidos y amados, que se averiguó que, generalmente, deseaban sus vasallos morir por ellos y por su servicio en señal de amor. Y así, en casos de guerra que en su tiempo hubo, se vio por experiencia. Era tan grande su potencia, que se extendía hasta en aquellas cosas que ellos tenían por sagradas y divinas, eligiendo sacerdotes para el servicio de sus ídolos, y los quitaban cuando les parecía que convenía, y ponían otros de nuevo. Y, finalmente, hacían y ordenaban todo lo demás que a su culto y religión era menester.
Lo que les daban de tributo era de los frutos naturales de cada tierra, dando cada indio la parte que le cabía, conforme a la haden da que poseía, según si era mercader u oficial, y, si labrador, al , respecto de la tierra que labraba; de manera que tributaban taq f moderado, que había muchos muy ricos y descansados. Los de las costas del Mar del Sur les daban oro en polvo y tejuelos, barretillas, bezotes y orejeras de lo mismo, y esclavos y plumajes ricos azules muy estimados entre ellos, traídos, por vía de rescate, de las provincias de Guatemala. Dándoles, asimismo, cacao y algodón en capullo, miel blanca de abejas, ají de diferentes suertes, rodelas, vestimentas y arreos de guerra. Y, en cada uno de los pueblos, una i grande sementera de maíz, el cual, cogido, quedaba en depósito en j ellos mismos, para el gasto ordinario de los mayordomos que, en servicio del rey, estaban en ellos, los cuales tenían libertad de distri i r buir parte dello, haciendo merced, en nombre del rey, a los que j por algunos respectos lo merecían. De manera que estos mayordomos, a los que llamaban calpixque, eran los que en cada pueblo administraban estas rentas y tributos, acudiendo con lo principal a su rey.
Los de las costas del Mar del Norte le daban los mismos tributos, salvo la plumería rica, porque no la alcanzaban. Y los pueblos y provincias más cercanas daban su tributo en mantas, camisas, naguas muy buenas, de muchas y varias hechuras y colores, y; sementeras grandes que hacían de maíz y otras semillas, sirviendo personalmente, por su tanda y rueda, en sus edificios, sin ninguna paga, más que la comida que les daban muy abastadamente los mayordomos que en cada pueblo había. Éstos tenían cuidado de buscar y comprar, de las rentas que entraban en su poder, de las piedras ricas que podían haber, como eran chalchihuites, que son unas piedras muy verdes, que nosotros llamamos madre de esmeraldas, o topacios, que eran las más estimadas dellos, y turquesas y esmeraldas, de las cuales, hasta hoy, no se ha hallado ningún minero ni nacimiento. Enviábanlas a su rey En lo que toca la opinión a sus adoraciones, hay mucha variedad; pero la opinión que más cerca de la verdad ha llegado es que tenían muchos ídolos, y tantos, que casi para una cosa tenían uno, a los cuales adoraban y hacían sacrificios. Y, para entender cuáles y qué tales eran, se irá declarando lo mejor y más concertadamente que sea posible. Y no se tratará de todos, porque sería dar en infinito, sino de solos tres, que eran los que ellos tenían por más principales. Y, por el más supremo, a Tezcatlipuca, y, luego, a Huitzilopochtli, y, luego, a Tlaloc.
Tezcatlipuca, que quiere decir “espejo que humea”, era hecho de madera, a la figura y semejanza de un hombre con todos sus miembros, y de la mejor proporción que el artífice que lo hacía podía. Tenía, de los molledos abajo hasta las manos, tiznados de negro y espejuelo, que es un género de metal reluciente al que llamaban los indios tezcapoctli, de donde se entiende se compuso el nombre deste ídolo. Tenía las piernas, de los medios muslos abajo, embijado de lo mismo; el rostro, de hombre mozo y muy bien contrahecho, y una máscara con tres vetas de espejuelo y dos de oro, que le atravesaban el rostro, con un bezote de caracol blanco y dos orejas, grandes como de lobo, de nácar muy reluciente, y, debajo dellas, las otras, que parecían propias, con sus orejeras de oro. Y en la cabeza, mucha plumería rica, y, por collar, tres sartas de piedras preciosas, que ellos llamaban teoxihuitl y, nosotros, turquesas. Y, por bajo dellas, un joyel de oro que significaba el mundo, a lo menos hasta los fines de la tierra donde terminaban con la mar, porque, hasta aquí, entendían ellos que era el espacio y término dél. Tenía, en cada molledo, un brazalete de oro, y cubierto el cuerpo, hasta la horcajadura, con una manta de plumas de águila sembrada de hojas de oro, y un lienzo con los extremos muy galanamente labrados, que parece servía de pañete, con unas grebas de oro en las pantorrillas y cascabeles de lo mismo en las gargantas de los pies, y, en ellos, unas cutaras. Y, por bordón en la mano derecha, una flecha grande con sus plumas y pedernal, al que llamaban ellos teotqpili, que se interpreta “bordón divino o de dios”. Y, en la mano izquierda, un ventador de plumas de garza y cuervo, y un instrumento como pífano. Y,por asiento, un estrado de grandes flechas y, a los lados, unos como tabiques o setos.
Él, con el adorno que hemos dicho y como aquí va pintado, estaba en un cuy templo desta ciudad, en un barrio de los seis que hay en ella que se llama Huitznahuac, en donde era frecuentemente adorado, y servido con muchos sacrificios de hombres y ofrendas de todo género de cosas, y, en especial, de copal, que es un género de incienso que hay en esta tierra. A éste representaba, siempre a la continua, un indio de los prisioneros que eran habidos en guerra, que fuese valiente de Huexutzinco o de Tlaxcala, porque éstos comúnmente eran más estimados de valientes que ninguno de las otras naciones. Tenía por oficio, de media noche para adelante, andar libremente por la ciudad, y aun a largarse a media legua della, y más, con solos dos hombres que le daban por criados, que iban tras él apartados un tiro de piedra, despertando a la gente con el ruido de los cascabeles y del pífano que tocaba de cuando en cuando. Y, luego que lo sentían, cada uno en su casa tomaba unas brasas en un brasero y, en ellas, echaba del incienso que hemos dicho, y con el humo dél incensaba hacia la parte de oriente, y, luego, hacia el poniente, y sur y norte. Y, el que podía, le salía al encuentro y lo incensaba en reverencia de lo que representaba.
Y, cuando era cerca del día, se recogía, de manera que no le tomase la luz fuera del templo, haciendo esto de continuo, sin faltar noche ninguna. Y lo que se desvelaba de noche, dormía de día. Andaba vestido con semejantes arreos que los del ídolo, salvo la plumería de la cabeza y manta. Tenía licencia de ir las veces que quería a la plaza y mercado, y subirse a lo alto de un pequeño cu que estaba en él, sin hacer otro efecto más que estarse un rato, por su contento, y volverse a su templo. Traía una manta de red y el cabello afeitado, en la forma que va pintado en esta relación, que, para que se entendiese mejor, se pintaron dos:el uno, de la propia forma que era el mismo ídolo y estatua, que es el primero, y el otro, de la propia forma en que andaba el prisionero que lo representaba, que es el segundo. El cual, cuando era día de fiesta o cuando había de ser sacrificádo, que en esto venía a parar el desventurado, se componía de semejantes arreos que los del ídolo.
El otro, que se llamaba Huitzilopochtli, era también de madera, como aquí va pintado, semejante a un hombre mozo muy bien retratado, con unas plumas ricas por vestimenta y manta de lo mismo, con tres sartas de chalchihuites, de los que hemos dicho, a la garganta, y un joyel de turquesas en el pecho, engastadas en oro, con cascabeles de lo mismo. Y, en el rostro, con dos vetas de oro y otras dos de turquesas, sutilmente labradas y compuestas, y un bezote de caracol blanco, con orejeras de turquesas y plumería de águila por cabellera, con un capelete de plumas azules adornado de ciertas estampas de oro, y, a las espaldas, una compostura de plumería a la semejanza de la cabeza de un pájaro pequeño que se cría en esta tierra, que se llama huitzitzil, que significa el nombre del ídolo; porque, del nombre deste pájaro y de “cosa izquierda", que en su lengua se dice opochtli, se componía el nombre deste ídolo. Tenía una rodela en la mano izquierda, de plumería, con unas hojas de oro que atravesaban por medio della. Tenía sus grebas de oro con sus cascabeles, con cutaras azules, y un pañete con los extremos muy sutilmente tejidos de diversas colores; las piernas veteadas de tinta azul y, en la manó derecha, una flecha larga con casquillo de pedernal, arma antigua de los mexicanos,que se tiraban con un artificio pequeño como cruz, que tenía en la mano. Y, por asiento y estrado, tenía lo propio que Tezcatlipoca. A éste no representaba nadie, si no era el rey, que, cuando moría, lo componían de semejantes ornatos y, con ellos, quemaban el cuerpo hasta hacer ceniza, de lo cual se tratará adelante.
El otro, llamado Tlaloc, que quiere decir “abundadór de la tierra”, era ídolo de las lluvias y temporales, y también era compuesto de madera, al talle y estatura de un hombre. Y todo su traje y vestidura significaba a lluvias y abundancia de frutos. El cuerpo tenía tiznado y untado de un licor de un árbol que llamaban olli, de que hacían las pelotas con que jugaban, y nosotros lo llamamos batey, que es lengua de las islas de Santo Domingo. Tenía, en la mano derecha, una vara de oro volteada, que significaba el relámpago, y, en la izquierda, una rodela de plumas con guarnición de nácar por encima a manera de red. Y, sobre las vestiduras, que también era de plumas azules, tenía la misma guarnición, con la orladura de cierta labor, tejida de pelos de liebre y conejo, a manera de medias cañas. El rostro era de una figura feísima, que ellos, en sus pinturas y caracteres, figuraban por las lluvias, con una larga cabellera y un grande capelete de plumería blanca y verde, con que significaban los frutos verdes y frondosos, y, del cuello, a una sarta de chalchihuites, con grebas de cuero en las piernas. Y, por asiento, un estrado de madera con almenas a la redonda, como por él parece pintado aquí, el cual no tenía indio que lo representase.
El templo principal destos ídolos, Huitzilopochtli y Tlaloc, estaba edificado en medio de la ciudad, cuadrado y macizo, como terrapleno de barro y piedra, y solamente las haces de cal y canto. Tenía, en cada cuadro, ochenta brazas largas y, de alto, veintisiete: tenía ciento y sesenta escalones a la parte de poniente, por donde a él se subía. Comenzaba su edificio, desde sus cimientos, de tal forma, que, como iba subiendo, se iba disminuyendo y estrechando de todas partes en forma piramidal; y, de trecho a trecho, hacía un descanso, como poyo alrededor de todo él, y un como amino, de un estado de ancho, en medio de las gradas, que subía de abajo arriba hasta la cumbre, que era como división para hacer dos subidas: que entrambas iban a parar en un patio que en lo más alto.dél se hacía, en donde había dos aposentos grandes, el ano mayor que el otro. En el mayor, que estaba a la parte del ¡sur, estaba el ídolo Hüitzilopuchtli y, en el otro, que era el menor, que estaba en la parte del norte, estaba el ídolo Tlaloc; que ellos y los aposentos miraban a la parte del poniente. Y, por delante, el patio que se ha dicho, prolongado de norte a sur, muy llano y lúcido, y tan capaz., que cabían en él sin pesadumbre quinientos hombres. Y, al un lado dél, hacia la puerta del aposento mayor ,de Huitzilopochtli, una piedra levantada, de una vara en alto, con lo alto della al talle de un cofre tumbado, a la que nombraban techcatl,donde sacrificaban a los indios.
Estos ídolos estaban sentados, sin embargo de que se han pintado parados, porque se ha hecho por dar mejor a entender su forma, talle y compostura. Tenía, cada aposento destos, tres sobrados, que se mandaban por de dentro, de uno en otro, con una escalera de madera movediza. Teníanlos llenos de munición de todo género de armas, especialmente de macanas, rodelas, arcos y flechas, lanzas y guijarros, y todo género de vestimentas y arreos de guerra. Y, para que se entienda mejor el talle y forma que este cu tenía, va, también, pintado en esta relación.
El cu de Tezcatlipoca, ídolo principal, estaba, como se ha dicho, en el barrio de Huitznahuac, mucho más pequeño, pero de la misma hechura, salvo que no tenía división en las gradas. Averiguóse que Nezahualcoyotzin dejó estar en este barrio a este ídolo, a contemplación de los indios dél, a cuyo cargo era el guardarlo, porque sus antepasados lo habían traído al tiempo que a esta tierra vinieron, en la forma que adelánte se dirá. Tenía también este templo, encima de la casa del ídolo, otros tres sobrados, adonde, asimismo, se guardaba de la munición que se ha dicho. Hallóse que Nezahualcoyotzin fue el primero que recogió a éste, ídolos de diversas partes de todos los barrios desta ciudad, en donde estaban derramados en muy pequeños cues y templos, y les hizo el grande de que se ha hecho relación, y otros muchos, dentro de un cercado muy grande.
Junto al cu y templo mayor, había una sala y aposento qüe llamaban tlacatecco, que se interpreta por “casa de hombres dé dignidad”, en donde se guardaban, por cosas principalísimas y divinas, dos envoltorios o líos de muchas mantas muy ricas y muy blancas: el uno, del ídolo de Tezcatlipoca, y el otro, de Huitzilopüchtli. Én el de Tezgatlipoca, estaba un espejo de alinde, del tamaño y compás de una media naranja grande, engastado en una piedra negra tosca. Estaban, con ella, muchas piedras ricas sueltas, como eran chalchihuites, esmeraldas, túrquesas, y de otros muchos géneros. Y la manta que estaba más cercana del espejo y piedras, era pintada de osamenta humana. Dicen que, en este espejo, vieron muchas veces al Tezcatlipoca, en la forma que se ha dicho y pintado, salvo el adorno de plumería que a su estatua después se añadió, y que de aquí tomó el nombre de Tezcatlipoca; y que, cuando vinieron los antepasados de los del barrio de Huitznahuac,que eran culhuaque, de Culhua y can, provincia desta Nueva España en el gobierno de Guadalajara, venía hablando con ellos este espejo en voz humana, para que pasasen adelante y no parasen ni asentasen en las partes que, viniendo, pretendieron parar y poblar, hasta que llegaron a esta tierra de los chichimecas aculhuaque, donde, llegados, no les habló más; y, por eso, hicieron en ella su asiento, de permisión de Quinatzin, señor que a la sazón era de los chichimecas y antecesor de Nezahualcoyotzin. Y no se halló que después les hablase más, salvo que, algunas veces, lo veían en sueños y les mandaba algunas cosas que después hadan: que eran los sacerdotes de su templo, que estaban en su guarda y servicio, y que esto era muy raras veces.
El otro lío, de Huitzilopuciitli, era de otra burlería de menos fundamento que estotro, porque era de dos púas de maguey, planta muy conocida en esta tierra por su 'gran provecho y utilidad para la sustentación humana, que estaban atadas y envueltas en muchas mantas. Y dicen que los culhuaque, que se llamaban mexica, lo trajeron antiguamente de la misma provincia de Culhuacan.Y no dan, ni se halló razón alguna por que estas púas fuesen tenidas por cosa sagrada, ni que, en su virtud, se hubiesen hecho algunos engaños o cosas milagrosas, como el lío o espejo de Tezcatlipoca, más de que sus antiguos le hicieron la estatua que hemos dicho y pintado, llamándole Huitzilopochtli,según y de la forma que lo tenían antiguamente en su provincia de Culhuacan.
El ídolo y estatua llamado Tlaloc es el más antiguo en esta tierra, porque dicen que los mismos cuíhuaquele hallaron en esta tierra. Y, no haciendo caso dél los chichimecas, dios le comenzaron a adorar y reverenciar por dios de las aguas. Estaba en el monte mayor y más alto desta ciudad, a la parte de levante de la gran serranía y cordillera del volcán de Chalco, cosa muy conocida y famosa en esta tierra,'y de que, en la descripción de Chalco y Huexutzinco, se habrá dado razón por los que han hecho las relaciones.
Llamóse este cerro, donde antiquísimamente estaba este ídolo, Tlaloc', de manera que el ídolo se llamaba Tlaloc, y, el cerro y montaña, lo mismo. El ídolo estaba en lo más alto de su cumbre y era de piedra blanca y liviana, semejante a la que llaman pómez, aunque algo más dura y más pesada, labrada a la figura y talle de un cuerpo humano, sin diferencia ninguna. Estaba sentado sobre una losa cuadrada y, en la cabeza, de la misma piedra, un vaso como lebrillo bien proporcionado, y capaz de caber en él como seis cuartillos de agua: tenía, dentro,'de aquel licor llamado olli,de que ya se trató, que estaba derretido como pez cuando la cuecen; salvo que, aunque frío y helado, no se toma a endurecer. Y, en él había de todas semillas de las que usan y se mantienen los naturales, como era maíz blanco, negro, colorado y amarillo, y frijoles de muchos géneros y colores, chía, huauhtli y michhuauhtli, y ají de todas las suertes que podían haber los que lo tenían a cargo, renovándole cada año a cierto tiempo.
Estaba el ídolo el rostro al oriente, y hacíanle sacrificio de niños inocentes, cada año una vez, como en su lugar se dirá. No saben dar razón de quién lo labró, ni por qué lo adoraban por dios de los temporales, más de que, por algunas inteligencias, hay sospecha que lo hicieron un género de gentes que se llamaron tultecas ,que hubo antiguamente en esta tierra, que se despoblaron della muchos años antes que los chichimecas la tornasen a poblar.
Piltzintli,su sucesor, por mejorar al ídolo de piedra que estaba en el monte, mandó hacer otro mayor de piedra negra, y más dura y pesada, de la grandeza y estatura de un cuerpo humano, y quitar el antiguo y poner a éste en su lugar. Y que, andando el tiempo, fue hecho pedazos por un rayo que dio en él. Y, atribuyéndolo a milagro, tornaron a poner el otro antiguo, desenterrándolo de donde la tenían enterrado cerca de allí. Y a éste hallaron, en tiempo de don fray Juan de Zumarraga, primer arzobispo de México; pegado el un brazo con tres gruesos clavos de oro y uno de cobre, que, haciéndolo pedazos por su mandado, se los quitaron.
En lo que toca a sus ceremonias y sacrificios, lo que se ha podido sacar de raíz, investigando la verdad dello, es que el sacrificio de hombres a estos ídolos fue invención de los mexicanos, en esta manera: que, después que los señores chichimecas de Azca putzalcolos dejaron asentar y poblar adonde ahora es la ciudad de México, con título de sus vasallos, andando el tiempo, y emparentándose con hombres principales y señores de la tierra, ’por causas que en sus historias se cuentan, se rebelaron contra sus señores; y de tal manera, que, tomando las armas contra ellos, en poco tiempo los sojuzgaron. Y que, por honrar más a sus ídolos, les hicieron sacrificio de hombres, de los que, en la prosecución desta guerra y rebelión, prendían, en señal y agradecimiento de sus victorias, para tenerlos más gratos y favorables, pareciéndoles que 'ningún sacrificio les sería más apacible que el de aquellas cosas que más valor y estimación tuviesen. Y, como ninguna cosa sea de tanto precio como el hombre, y más si es habido y preso en guerra, con tantos trabajos y riesgos como en ella hay, determinaron de hacerle sacrificio dellos. Y, aunque entonces fue con moderación, después creció como fue creciendo su potencia, hasta venir a tanta ceguedad y error, como en el que estaban al tiempo que los primeros conquistadores vinieron a esta tierra, que pluguiera a nuestro Señor fuera ochenta años antes; porque, en aqueste tiempo, aún no había memoria desta diabólica invención.De manera que, a imitación de los mexicanos, se introdujo en toda esta tierra, a lo razones y respectos, de que se les seguía mucho provecho, honra y fama.
Los días de sus sacrificios eran solamente los días de fiesta. Y, para esto, es de saber que tenían, en cada un año, dieciocho fiestas, y todas ellas diferentes, en que honraban diversos ídolos; de suerte que, en cada un año, no se solemnizaba más que una vez cada fiesta; aunque es verdad que tenían unas por más principales y de más dignidad que las otras, especialmente la de los tres ídolos de que se ha tratado, en que ellos hacían grandes y señalados sacrificios de todo género de prisioneros. Y, especialmente, el día de la fiesta de otro ídolo que se llama Xipe, que era como dios de las guerras, al cual sacrificaban los más valientes prisioneros, a fin de tener por famosos a los que los prendieron, con diferente solemnidad que la de los otros sacrificios ordinarios, de que adelante se tratará.
Finalmente, que, allegado el día y fiesta de Tezcatlipoca, que ellos llamaban tochcatl, sacrificaban en su templo a todos los prisioneros que había recogidos, de toda suerte, edad y sexo, excepto a los que, como esforzados, eran reservados para el día del ídolo Xipe, al que, por otro nombre, llamaban Tlatlauhqui tezcatl, que es tanto como decir “espejo bermejo o encendido”. Degollábanlos con un pedernal agudo, por los pechos, sobre la piedra llamada techcatl, poniéndolos sobre ella de espaldas y cargando, cinco o seis hombres, de la cabeza, brazos y piernas hacia el suelo, tumbaba el pecho y estómago hacia arriba, y, así, un sacerdote, los que para esto estaban diputados y en servicio del Demonio, el más principal, que se llamaba quetzalcohuatl, lo abría con facilidad de la una tetilla a la otra. Y, lo primero que hacía, era sacarle el corazón, el cual, palpitando, lo arrojaba a los pies del ídolo, y, sin reverencia ni modo comedido tras esto, entregaba luego el cuerpo al dueño, que se entiende era el que lo había prendido. Y, por esta orden, sacrificaban a todos, y a los que había para el sacrificio de aquel día. Acabado, los demás sacerdotes recogían todos los corazones y,después de cocidos, se los comían; de suerte que,este miembro tan principal en las entrañas del hombre, estaba diputado para estos sacerdotes servidores del Demonio. Y, por esta orden, sacrificaban al ídolo Huitzilopuchtli cuando llegaba el día de su fiesta. Y los cuerpos, después que los llevaban sus dueños, los hacían pedazos y, cocidos en grandes ollas, los enviaban por toda la ciudad y por todos los pueblos comarcanos, hasta que no quedase dél cosa, en muy pequeños pedazos, que cada uno no tenía media onza, en presente a los caciques, señores y principales, y mayordomos y mercaderes, y a todo género del hombres ricos de quien entendían sacar algún interés, sin que se averiguase que para ellos dejasen cosa ninguna dél para comer, porque les era prohibido, salvo los huesos, que se les quedaba por trofeo y señal de su esfuerzo y valentía, poniéndolos en su casa, en parte donde los que entrasen los pudiesen ver. Dábanles, aquellos a quien se presentaba cada un pedacito desta carne, mantas, camisas, naguas, plumas ricas, piedras preciosas, esclavos, maíz, bezotes y orejeras de oro, rodelas, vestimentas y arreos de guerra cada uno como le parecía o podía, no tanto porque tuviesen algún valor aquellos pedazos de carne, pues muchos no la comían, cuanto por premio del valiente que se lo enviaba, con que quedaban ricos y prósperos.
El otro ídolo Tlaloc, que era el sacrificio que le hacían muy diferente destotros, porque, llegado el día de su fiesta, que comúnmente era por el mes de mayo, según que se coligió de su cuenta, recogían diez o quince niños inocentes de hasta siete u ocho años de edad, esclavos, que los daban los señores y personas ricas por ofrenda para este efecto, y los llevaban al monte adonde el ídolo de piedra estaba, y allí, con un pedernal agudo, los degollaba un sacerdote, o carnicero, por mejor decir, que estaba elegido para el servicio deste Demonio. Y, degollados por la garganta, los echaban en una caverna y abertura natural que había en unas peñas junto al ídolo, muy oscura y profunda, sin hacer otra fiesta ni ceremonia.
Al otro ídolo llamado Xipe, de quien se prometió tratar, hacían los sacrificios de los indios más valientes, que se habían escogido a elección del rey, haciendo primero muchas averiguaciones y diligencias del esfuerzo y ánimo de cada uno, y su valentía; porque, si no eran tales, no morían en el sacrificio deste ídolo, que, como se ha dicho, era como dios particular de las guerras y batallas. Lo primero que hacían era que, a cada uno destos valientes, los emplumaban desde los muslos para abajo, con los brazos y cabeza, de pluma blanca, con engrudo, y les ponían unas jaquetas de papel, señales entre ellos de dolor y luto. Y, luego, los traían a todos en ringlera, como en procesión, trayendo cada uno dos hombres de guarda: el uno era el que lo había vencido y prendido, y el otro era otro valiente, al que llamaban tequihua.
Y, llegados al lugar del sacrificio, que era junto al pie del templo y cúe grande, en un sitio llamado temalacatle, que era un edificio de tierrapleno, cuadrado, con escalones por todas partes, no más alto de cuanto se subía a él con cuatro gradas, de tres brazas por cada parte y, en medio, una piedra grande y de la propia hechura que una piedra grande de molino: en la cual ponían al prisionero que había de ser sacrificado, atado por la cintura con una cuerda que pendía de la piedra, no más larga de cuanto pudiese bajar todas las gradas, y un paso o dos más adelante. Dábale, un padrino que tenía en hábito de valiente, de lobo, al que llamaban cuetlachtli, que servía desto, una rodela y, con ella, su macana de encina toda emplumada, pero sin navajas. Y, al un' lado deste lugar y sacrificadero, estaban cuatro indios, los más valientes y escogidos que había en toda la ciudad y su provincia, los dos, con hábito y traje de valientes y grandes tigres, porque vestían sus pellejos, y, los otros dos, en figura de dos grandes águilas de muchas y grandes plumas, a uno de los cuales echaban para que pelease con el que había de ser sacrificado.
Éste llevaba rodela y macana con navajas o pedernal, y desta manera, y al son de un atambor y de otro instrumento que llaman teponaztli,y cantando, peleaban el uno con el otro. Y, si el prisionero había recibido un golpe o dos, de tal manera que al parecer no se podía ya defender, llegaba luego el cihuacohuatl, que era sacerdote principal, y lo degollaba luego en una piedra que junto a este sacrificadero estaba, semejante a la que en el cu principal había, sacándole el corazón por los pechos. El cual, y el cuerpo, recibía el dueño, y, antes que lo llevase a su casa, tomaba el corazón y lo ofrecía al ídolo Xipe en su templo. Y, en un vaso, tomaba parte de la sangre e iba a todos los templos rociando con ella a los ídolos, a lo menos a los más principales de aquellos que no estaban adornados y vestidos de ornamentos ricos y preciosos, porque, estando desta manera, por no ensuciarlos pasaban adelante a los otros que no estaban de fiesta, y a éstos envestía con aquella sangre, hasta que se acababa. Y, el cuerpo, se lo llevaba para hacer dél lo que ya se ha dicho atrás, salvo que le desollaban, y un indio pobre se vestía el pellejo al revés y andaba a mendigar con él por todas las partes que podía, hasta que pasasen veinte días, que era como semana desta fiesta.
Y, si acaso el prisionero era muy valiente, que, peleando, venda a este que le cabía en suerte; aunque lo matase, como algunas veces aconteció, no por eso era libre, antes le echaban luego a otro de los otros que quedaban. Y, al fin, era vencido de alguno dellos, porque no se halló que ninguno fuese tan valeroso que escapase de alguno de los cuatro, especialmente que, entre ellos, había de haber uno que fuese izquierdo, de cuyas manos parecía imposible poder escapar, porque éste estaba hecho a pelear con diestros, y el pobre prisionero no con zurdos; y, así, le tenía ventaja, y más, tomándole sobrecansado.
Hallóse que muchos no quisieron gastar tiempo en esta vanidad, sino que luego se rendían a la muerte y sacrificio, con que hacían menos famosos a los que los habían vencido; de manera que, en tanto cuanto más esfuerzo y ánimo mostraban peleando en este sacrificio, tanto más fama de valientes cobraban los que en la guerra los habían vencido y preso, y traído al sacrificio, teniéndolos en tanta más estimación cuanto de más valor se habían conocido en el prisionero. Y era esto una cosa tan deseada entre ellos, que, aunque había muchos indios que habían prendido en la guerra muchos enemigos, no llegaban a sacrificar a ninguno en este sacrifíció dé Xipe, si, como se ha dicho,no era muy averiguado ser valiente para la dignidad deste día.
Hallábanse a este espectáculo todos aquellos que representaban a los ídolos, junto sacrificio parados en pie, y lo mejor vestidos y adornados que para tal fiesta convenía, por su ordeny conforme a la dignidad y alteza de los ídolos a quien representaban; porque estaba, el primero; el de Tezcatlipoca, y luego, Huitzilopuchtli y Tlaloc y Xipe, y los demás, de quien no se trata por ser de menos cuenta. Hallábanse a éste sacrificio mucha más gente que de los demás, porque, como cosa famosa de hombres valientes que en él morían, concurrían de todas partes a verle; y aun los reyes permitían que pudiesen hallarse a él, libre y seguramente, indios tlaxcaltecas y huexutzincas, sus enemigos, para que de su vista, como cosa espantosa, pudiesen dar razón en sus tierras.
Era cosa maravillosa, dizque de ver, el clamor y llanto que hadan, no sólo las mujeres, pero los hombres, con la vista deste espantoso sacrificio, imaginando que ellos, sus hijos, hermanos, tíos y sobrinos y amigos, andando en la guerra, habían de parar en esto. Porque es verdad que, generalmente, todo su cuidado y en lo que más ponían su felicidad, era en el ejercicio militar y en haber della el premio, las honras y provechos que suele traer a los valientes y esforzados; y se preciaban de que las heredades y otros bienes que tenían fuesen ganados por esta vía. Y, los que no tenían ánimo y valor para ello, eran tenidos en poco y, como a tales, los ocupaban en cosas bajas y viles, si no eran hombres de linaje y sangre; y aun éstos, para ser admitidos entre los demás valientes, habían de ser señalados en algunas facultades, especialmente en administrar justicia o en componer cantos, o ser hombres hábiles y de consejo para los concejos que tenían. Y, con todo eso, no habían de traer el cabello afeitado de la forma que los hombres militares los traían, ni componerse de semejantes arreos que ellos, ni traer más vestido que una manta llana blanca de poco valor. De suerte que, para el servicio y sacrificio de sus ídolos, y para llegar a tener honra y hacienda, el camino que les parecía para llegar a él era éste; porque decían que el tener la guerra tantos trabajos y peligros, y vencerlos con ánimo y esfuerzo, se merecía dignamente galardón de sus dioses y del mundo.
Y, volviendo a lo de los sacrificios, se concluirá con decir una cosa de admiración, y es que el prisionero valiente qué representaba al Tezcatlipoca,con tener tanta libertad como ya se ha dicho, y estar tan certificado de su muerte, no se averiguó que jamás, ninguno de tocios los que para esto fueron electos, se hubiese huido ni puesto a salvo, pudiéndolo hacer, pareciéndole cosa indigna para hombres que representaban tan gran majestad como la deste ídolo, y por no ser tenido por cobarde y medroso, no sólo en esta tierra, pero en la suya, con perpetua infamia, y, ansí, queriendo antes morir, ganando fama eterna, porque esto tenían por gloria y fin venturoso. Y casi lo mismo se dice de la chusma de los demás prisioneros, aunque tenían más guarda; pero no sin ocasiones de poderse ir, y, con todo esto, jamás se aprovecharon dellas.
Por manera que, el que a este ídolo Tezcatlipucare presentaba, no vivía más de un año desde que era para este efecto nombrado, porque, llegado el día de su fiesta, luego era sacrificado por la orden que los demás, salvo que con mayor pompa y arreos que los demás prisioneros, porque era vestido y compuesto dé semejantes hábitos que los muy ricos del ídolo. Y, luego, era electo otro, que, al cabo venía a parar en lo mismo, si no era que, sirviendo bien el oficio que le .daban, era conservada su vida por él rey para que pasase adelante. Pero daba un esclavo para que, en su lugar, fuese sacrificado; pero, al fin, tarde o temprano, había de venir a esto.
Y, porque se vaya dando cabo a estos sacrificios que, por ser tan horrendos y en que tantas ánimas se perdieron, y ser cosa tan odiosa, se tratará ahora de las ceremonias, ayunos y penitencias que hacían de muchas y diversas maneras. Porque, los sacerdotes que en los templos servían, se punzaban los molledos y los muslos, y aun algunos, por mucha penitencia, las lenguas, pasándoselas con navajas como lancetas. Y otros pasaban más adelante, que tomaban juncos ásperos y nudosos, y los colgaban y pasaban por la herida hecha en la lengua; aunque esto no lo hacían de ordinario todos juntos, ni cada día, sino uno hoy y, otro, otro día, trocándose por su orden. Y, con esta sangre, untaban dos púas de maguey frescas, que, con sus pencas, cada día ponían en los templos, los sacerdotes que llamaba aii tlamacazqué, sobre ciertas ramas de abeto también frescas. No se pudo saber este misterio y significación desto, y, por eso, se pasa adelante.
La demás gente no se punzaba desta manera, ni tampoco todos, sino solamente el que quería, por devoción y sacrificio, se picaba uña oreja y sacaba alguna sangre, poca o mucha, como quería.: Estos tlamacazqué estaban de ordinario en los templos, y no eran casádos ni se les permitía llegar a mujer, antes vivían castamente.’ Y tenían libertad de dejar el sacerdocio cuando les pareciese y casarse; pero, si acaso hallaban a alguno con alguna mujer fornicando, no tenía más pena de que era echado del templo y servicio dél, y trasquilado el cabello, que tenía en cierta forma afeitado por señal del sacerdocio, aunque esto ocurría muy pocas veces. Éstos andaban, de ordinario, embijados de negro todo el cuerpo y rostro, y con solamente mantas blancas llanas, sin otro ornamento. Había, en cada templo, uno destos tenido por mayor, a quien los demás respetaban y obedecían como a señor o más principal, que se llamaba quetzalcohuatl, algunos morían viejos en este oficio. Había, en cada templo, hasta cuarenta, a lo menos en los principales, y, en los demás, cuatro o cinco; en otros, ninguno. Los mayorales eran elegidos por el rey y después que había hecho gran examen de su vida y buenas costumbres y habilidades, y que tuviese mucha noticia de su religión, y manera de criar y doctrinar a los nobles en todo género de buena crianza y doctrina. Eran sustentados de cierta renta que por el rey estaba señalada. No era lícito llegar, a estas casas y templos, mujeres ningunas.
El ayuno general era de a ocho a ocho años, y no más de cuatro días, en que no comían otra vianda más que unos tamales cocidos de maíz, frijoles sin sal ni otro ningún apetito, ni bebían ningún brebaje más que agua simple. Destos tamales, no hay más diferencia de las tortillas, más que ser hechos como bollos y cocidos en agua simple. Ponían, en las casas reales y en los templos, ciertas juncias que significaban el ayuno. No se pudo saber por qué se hacía, más de que era costumbre introducida de largo tiempo por los culhuaque, sin castigar al que lo quebrantaba.
Cuando iban a la guerra, ayunaban los padres y madres de los que iban a ella, en diferente forma de lo general, porque comían a medio día solamente, y no se afeitaban el cabello ni limpiaban los rostros hasta que hubiesen vuelto los hijos, o los que les tocaban en amistad o parentesco. Entonces, hacían fiesta y convite, y mucho más costoso, si traían prisioneros. Y, si eran muertos, en tal caso les lloraban ochenta días con todos sus parientes, juntándose, para ello, en casa del muerto. El rey ayunaba con más abstinencia y aspereza todo el tiempo que se detenía la gente de guerra, hásta que volvía, aunque fuese un año, mandando cesar los cantos, entretenimientos y areitos generales y particulares,y todo género de instrumentos y cosas de alegría, y los juegos del batey, de que adelante se tratará. Esto cesaba, cuando llegaba alguna fiesta de regocijo de algún ídolo; pero, luego, tornaban a su ayuno. Y, el rey. acudía más a menudo al templo a incensar al ídolo Tezcatlipoca y, ni en público ni en secreto, no traía arreos ni vestidos costosos, sino llanos y muy honestos; a lo menos, ninguno que demostrase alegría ni contento, dando en todo a entender el cuidado que le daban sus vasallos, por los peligros de la guerra. Y, por la misma razón, todos los grandes de su corte, y la gente común, representaban lo mismo.
Lo que sentían algunos principales y señores de sus ídolos y dioses es que, sin embargo de que los adoraban y hacían los sacrificios que se han dicho, todavía dudaron de que realmente fuesen dioses, sino que era engaño creer que unos bultos de palo y de piedra, hechos por manos de hombres, fuesen dioses. Especialmente Nezahualcoyotzin, que es el que más vaciló, buscando de dónde tomar lumbre para certificarse del verdadero Dios y Creador de todas las cosas. Y, como Dios nuestro señor, por su secreto juicio, no fue servido de alumbrarle, tomaba a lo que sus pasados adoraron. Y desto dan, testimonio muchos cantos antiguos, que hoy se saben a pedazos, porque en ellos hay muchos nombres y epítetos honrosos de Dios, como es el decir que había uno solo, y que éste era el hacedor del cielo y de la tierra, y el que sustentaba todo lo hecho y lo creado por él, y que estaba en donde no tenía segundo y en un lugar después de nueve andanas, y que no se había jamás visto en forma ni cuerpo humano, ni en otra figura, y que, al lugar donde estaba, iban a parar las almas de los virtuosos después de muertos, y que, las de los malos, iban a otro lugar de penas y trabajos horribles. Y jamás, aunque tenían muchos ídolos que representaban a diferentes dioses, nunca, cuando se ofrecía tratar los nombraban a todos en general, ni' en particular a cada uno, sino decían en su lengua in Tloque in Nahuaque, que quiere decir “el señor del cielo y de la tierra": señal evidentísima de que tuvieron por cierto no haber más de uno. Y esto, no sólo los más prudentes y discretos, pero aun la gente común lo decía así; de manera que la gente de más razón y entendimiento, que eran los nobles, entendieron esto, como se coligió de las averiguaciones que sobre ello se hicieron, y en especial de sus cantos, que es de donde más lumbre se tomó. Y, en efecto, en ellos hay gran noticia de sus antigüedades, en forma de crónica e historia; pero, para entenderlos, es menester ser gran lengua. De manera que, acerca de lo que toca a sus dioses, entendieron algunos el engaño en que vivían, y, desto, se sigue haber también alcanzado a saber de la inmortalidad del alma.
Casamiento. Y, en cuanto a lo que toca a sus costumbres buenas y malas, se tratará, primero, de las de los reyes y gente ilustre, y, luego, de las del común y plebeyas; aunque en pocas diferen. Tenía el rey las mujeres que quería, de todo género de linajes, altos y bajos, y, entre todas, tenían una por legítima, la cual procuraban que fuese de linaje principal y alta sangre, si fuese posible. Con la cual hacían ciertas ceremonias que no hacían con las demás, que era poner una estera, la más galana que se podía haber, enfrente de la chimenea o fogón que en lo principal de la casa había, y allí sentaban a los novios, atando uno con otro los vestidos de entrambos. Y estando desta manera, llegaban los más principales de su reino a darles el parabién y a desearles que Dios les diese hijos en quién, cómo por sucesión, resplandeciese su nobleza y memoria. Y, luego, llegaban los embajadores de los demás reyes, de México y Tacuba, y hacían lo mismo en nombre de sus señores. Y tras ellos, los demás, de los señores sus inferiores. Y, despedidos todos, luego los llevaban al lecho, donde consumaban su matrimonio. Y, al cabo de cuatro días, tornaban a saber dellos, con muchas palabras amorosas y tiernas encomendándoles su conformidad y amor. Y, el hijo mayor que desta mujer nacía, heredaba el estado de su padre después de sus días, siendo preferido sobre todos los demás sus hermanos, mayores y menores, que su padre dejaba de diferentes madres; aunque, conforme a su posibilidad, les daba, en vida o en muerte, lo que le parecía: a unos más o menos, conforme a su mérito, dando a cada uno la dignidad de que más capaz y hábil era, mereciéndolo primero, no por ser hijo de rey, sino por pura virtud de esfuerzo y valentía, u otras habilidades y gracias, de que se irá tratando. Y esta orden del suceder se guardó en los reyes desta ciudad, hasta que quebró en Neza hualpiltzintli, que, por no haber hijo legítimo de su legítima mujer, hija de Axayacatzin, rey de México,que la mató por adúltera, ha andado el gobierno de su estado, por vía de elección, en sus hijos que hubo de diferentes madres; de suerte que le han poseído siete hermanos, sin que ninguno dellos se alzase con él para poderlo dejar a sus hijos, porque todos han sido en tiempo en que la fe estaba ya plantada en esta tierra, y por el rey nues tro señor, que sus justicias los estorbaron. Los demás principales y grandes tenían la misma orden en sus matrimonios; aunque, en lo tocante a la sucesión, era a su elección y albedrío, porque siempre dejaban por heredero de su estado al hijo de la mujer legítima, o al más virtuoso, aunque fuese el menor. Y, si no era ninguno dellos tal, lo era cualquiera de los otros de las demás mujeres, con tal que precediese a todos en virtud. De tal suerte que, aunque toda su bienventuranza ponían en las armas, no bastaba que para esto fuese muy valeroso, sino muy aprobado en virtud, para heredar y gobernar el estado. Y, en lo demás, con los demás hijos hacían lo mismo que se ha dicho de los reyes.
La gente común tenía, cada uno, una mujer, y, si tenía posibilidad, podía tener las que quería y podía sustentar. Muertos éstos, si quedaban bienes, se repartían entre sus hijos igualmente; y, si había alguno que fuese de mujer legítima, no por eso tenía de privilegio de gozar de más parte, porque esto no había lugar más de en los sucesores de los reyes y señores. Podían tomar, por mujeres, a las que lo habían sido de su padre, todas o las que quería; pero, las demás que quedaban, habían de guardar el hábito de viudas con mucha castidad y limpieza, hasta que hubiese quien la tomase por mujer igual al primer marido, o que fuese la diferencia poca. Y, desta manera,las más de las mujeres que hubiesen sido de reyes, se quedaban perpetuamente viudas, porque, si no era con otro rey, nunca jamás tornaban a casar, ni aun con señor, porque les parecía que era atrevimiento y desacato que se hacía, al rey difunto y a su dignidad, casarse con otro que no fuese tal. No podían tomar por mujeres a sus hermanas, ni aun el rey, y el que era tomado en este incesto, o con su propia madre, incurría en pena de muerte, la cual se ejecutaba, en los unos y los otros, sin remisión ninguna. Y, lo mismo, era prohibido tomar, por mujer o marido, a abuelo o abuela, y a los demás descendientes o ascendientes por línea recta. En los demás parientes, se podían casar, porque no les era prohibido si no lo que se ha dicho.
En naciendo el hijo, daban el parabién a sus padres sus amigos y deudos, y aun llevaban presentes conforme a la calidad del padre, al cual era dado el ponerle nombre, cada uno como quería o se le antojaba, dentro de cuatro días después de nacido el hijo, notificándolo a todos los que se hallaban presentes. Dábanle al varón una rodela y una macana, y arco y flecha, y, a la hija, su huso y rueca, y otros aderezos de hilar y tejer; aunque los reyes y grandes señores tenían respeto a que fuese el nombre conforme a alguna cosa que en aquel tiempo había o sucedía, digna de memoria, o la había o acaecía, natural o accidental. De suerte que, si hubo cometa, le nombraban Citlalfopoca, que se interpreta “estrella que humea”, y, si eclipse de luna o sol, lo mismo; o, si se cayó algún cerro o permaneció fuente de nuevo, lo mismo: así queriendo perpetuar en esto la memoria de lo que entonces pasó al hijo.
Raw 16: Geography of Location and Local Names for Geography
Gobernábanse con la obediencia grande que tenían al rey y a sus ministros, los cuales eran proveídos por él en todos los lugares y pueblos de su jurisdicción. Y, lo que se había de hacer, mandábalo el rey y, de mano en mano, iba a parar hasta aquellos que lo ejecutaban y ponían por obra. Y, con el guardar las costumbres y ordenanzas que había, y castigando los excesos que se hacían al deber, y con que cada uno usaba del oficio y gobierno que le era encomendado, con mucho cuidado, y, principalmente, porque conocían del rey celo glande de justicia, vivían quietos y pacíficos, sin alterarse jamás. Y, sobre todo, porque, naturalmente, los indios son muy domésticos y pacíficos unos con otros.
Las guerras que tenían de ordinario eran con los de Tlaxcalan y Huexutzinco, introducidas de voluntad y consentimiento de Nezahualcoyotzin por dos causas: la una, por el ejercicio militar, para que, por él, los buenos y nobles mereciesen en todo tiempo premios dignos de hechos valerosos de armas, pareciéndoles que no era justo que, lo que sus pasados ganaron y ellos sustentaban con esfuerzo, lo heredasen y poseyesen los hijos con una ociosa y vergonzosa paz, amiga de todos los vicios, y riesgo de caer en sujeción por falta de ejercicio y cuidado de los enemigos. Y, así, concertaron entre sí que esta guerra sirviese para sólo este efecto, con que, si hubiese hambre o carestía en las tierras de los unos, cesasen las guerras y pudiesen, libremente, los otros entrar en las tierras de los otros a proveerse de provisión y que, acabada la necesidad, también se acabasen las treguas; aunque esto no aconteció jamás en espacio de poco más de setenta años que duraron las guerras, que fue hasta la venida de los españoles a esta tierra. Y, asimismo, concertaron que, cuando aconteciese que los unos tuviesen necesidad del favor de los otros para contra otros enemigos que los tuviesen el algún aprieto y estrechura, fuesen obligados los otros a ayudar los con todo su poder. Y, lo otro y más principal, fue para el servicio de sus ídolos, para que los prisioneros que hubiese, del un cabo y del otro, fuesen para sacrificar a sus dioses; porque, por la vecindad y cercanía que se tenían, excusarían de ir a lejanas tierras a traer prisioneros para el ordinario sacrificio. Y esto debe ser verdad, por muchas razones y evidentes argumentos que lo confirman. Lo primero, porque, cuando Nezahualcoyotzin anduvo peregrino y ajeno de su reino por la rebelión de los suyos, como queda dicho, fue acogido de los señores tlaxcaltecas en su tierra, y como a su pariente y sangre y linaje, porque los tlaxcaltecas se precian de la descendencia de los chichimecas, y le ayudaron a ganar de nuevo el reino y señorío. Y, lo mismo, los huexutzincas, aunque no por obligación de parentesco, sino por amistad. Y es razonable cosa de creer que Nezahualcoyotzin, rey tan virtuoso, por no dar muestra de ingratitud, no rompería con ellos por ninguna ocasión ni acontecimiento. Y así, sin embargo de la guerra que la una gente hacía a la otra en lo público, él enviaba a sus embajadores a visitar a los señores tlaxcaltecas, enviándoles dones y riquezas de las que ellos carecían, ya que ellos hacían lo mismo con él; aunque faltaban en presentes, por ser pobres. Y esta misma orden se tuvo con Nezahualpiltzintli, su sucesor.
Yo alcancé a conocer a uno de los embajadores que se llamaba Tlalcoyotl, hombre de mucho ser y habilidad, y por esto, y por la calidad dé su oficio,muy tenido y estimado entre los indios, del cual supe muchos secretos y antigüedades; cuanto más, que lo que más testifica esta verdad son los cantos viejos y antiguos, donde, en muchas partes dellos, trata dello. Demás que los huexutzincas, en tiempo de Nezahualpiltzintli, por estar perseguidos de las guerras ordinarias y no poderlas sustentar, y por la que de nuevo sé les recreció de sus vecinos los tlaxcaltecas,se vinieron muchos señores dellos a Tezcuco, México y Tacuba, en nombre de su república, a someterse por tributarios; porque querían más estar sujetos a éstos, aunque infamemente, que no estar a la continua con sobresalto de las guerras, que era consumición de su patria. Porque, por morir muchos hombres en ellas, había ya tan pocos que, de cuatro partes de la gente que en ella había, las tres eran de mujeres. Y, no permitiéndolo estos reyes porque no cesase el ejercicio militar y el sacrificio de los prisioneros que en la guerra se habían, les mandaron volver, con treguas que les otorgaron con cierto tiempo, y les dieron tanta cantidad de gente, de mexicanos, tepanecas y tezcucanos, que bastasen a defenderlos de los tlaxcaltecas,hasta que se reforman en el número y fuerzas que antes tenían. Y hoy día permanecen en Huexutzingo estas tres naciones, que están pobladas en sus barrios de por sí, con voz y título de donde son. De manera que, por esto, se colige que estas dos ciudades eran, verdaderamente, conservadas para este efecto referido.
Lo cual confirma lo que Motecuhzuma respondió al Marqués del Valle, preguntándole la causa de no haberles"ganado, pues sil, poder, y el de los demás señores de la tierra, era tan aventajado, diciendo que, para la conservación del ejercicio militar y tener a mano prisioneros de valor para el sacrificio de sus dioses, no había convenido sujetarlos. Porque, conforme a su uso y derecho de guerra, a los que se daban y rendían no les hacían ningún mal, antes los dejaban libremente, con sola la imposición de lo que habían de tributar. Y, conforme a esto, si los sujetaran, como pudieran, se ponían en necesidad y trabajo de ir a buscar prisioneros muy lejos y a tierras remotas, porque toda la cercanía tenían llana y sujeta.
Y dan otra razón, que también confirma la opinión arriba expresada, y es que el principal regalo de que los señores desta tierra usaban en su comer era que las tortillas de maíz que habían de. comer fuesen calientes y sacadas hirviendo del horno, porque, comiéndolas desta manera, eran más fáciles de digestir; y ansí, por la misma razón, que los hombres que se sacrificaban a los ídolos, que eran como su comida y servicio, querían que fuesen recientes, y no añejos y consumidos de larga prisión y caminos. Yo, por apurar más esta verdad, lo he preguntado a algunos tlaxcaltecas, hombres viejos y de autoridad, y me han confesado ser verdad que sus antepasados habían impuesto de su voluntad las guerras que tenían antiguamente con los señores desta ciudad, sólo por el ejercicio militar y servicio de los ídolos. Y es general opinión en toda la tierra, especialmente entre los curiosos que han pretendido saber antigüedades della.
Las demás guerras y conquistas que tenían antes que los españoles viniesen eran pocas, porque, como se ha dicho, tenían toda la tierra casi sujeta, salvo a Michoacán, porque, como nación valerosa y de gran provincia, no pudieron sujetarla, antes vinieron de allá rompidos una vez que intentaron entrar en ella; pero, todo el resto desta Nueva España, hasta cerca de Guatemala, tenían llano y sujeto.
La orden que tuvieron para ello, en que se fundó su señorío, fue que Tezozomoctli, señor de Azcaputzalco, con el mucho poder que tuvo y el largo tiempo que vivió, y la suerte que le favoreció, se enseñoreó antiguamente de casi toda la tierra. Y, como pretendiese tiranizar a Tezcuco, procuró matar a Ixtlilxuchitl, señor dél, como en efecto le mató por mano de los suyos, que, a su instancia, se rebelaron. Y, después, su hijo Nezahualcoyotzin, !como con ánimo ensalzado procurase cobrar el reino de que estuvo despojado nueve años, fue ayudado de los señores mexicanos, sus tíos, que fue menester poca ocasión para hacerlo, porque uno dellos, llamado Chimalpopoca., había sido muerto en prisión por el señor de Azcaputzalco, porque dicen que dio consejo para ciertas asechanzas que le ponían. Y, finalmente, Nezahualcoyotzin y sus tíos, Itzcohuatzin y Motectzuma el viejo, se dieron tal maña y les favoreció la ventura de tal suerte, que, en muy poco tiempo, conquistaron y ganaron a fuerza de armas a Azcaputzalco, cabeza de la monarquía de Tezozomoctli, con todo lo demás que poseía justa o injustamente. Y, desta manera, se apoderaron de toda la tierra, haciendo tres cabeceras, que fueron México, Tezcuco y Tacuba, poseyéndola en la forma en que la hallaron los conquistadores. Y, algunos pueblos que no quisieron darse ni rendirse, de los que habían sido sujetos a Azcaputzalco, después de requeridos que se allanasen y diesen, y no lo haciendo con dureza y vana constancia, les denunciaban guerra a fuego y a sangre; y, en señal della, les enviaban arcos y flechas, rodelas y macanas, para que, pues estaban contumaces, estuviesen también apercibidos, y que no pudiesen decir en algún tiempo, agraviándose, que no se les requirió y apercibió. Lo cual hacían por vía de justificar su causa. Y, ansí, juntaban ejército de todas tres naciones, de tezcucanos, mexicanos y tepanecas, con que los conquistaban y allanaban. Y, con otros pueblos y provincias que después ganaron, se fundaba su justicia en que, en ellos, hacían algunos notables agravios a mercaderes destas tres naciones, o los mataban astuciosamente por trabar guerra con ello. Y, en enviando a pedir enmienda dello y no la queriendo hacer, se les notificaba la guerra por la orden que se ha dicho y, de aquí, venían a las manos, hasta ganarlos y sujetarlos. Y desta forma, a lo menos con este achaque, se hicieron señores de toda la tierra, poniendo guarniciones de gente de todas tres naciones, en las tierras y provincias que convenía para la seguridad della.
La orden y manera de su pelear era, principalmente, con rodela y macana guarnecida de navajas o pedernal, con que daban grandes cuchilladas, y picas con puntas de pedernal, y con arco y flechas; aunque, éstas gastadas, acudían a la rodela que llevaban a las espaldas, y macana en la cinta, y peleaban pie a pie con los enemigos. Y, como ya se ha dicho, siempre procuraban de haberlos vivos a fin de sacrificarlos, si no era que la necesidad los forzaba a matarlos, por no poderlos traer y no haber quien le ayudase, o por otros respectos o priesas que se ofrecían. Las armas defensivas que llevaban eran solamente las rodelas y unas jaquetillas de ñudillos que les cubría el cuerpo, que ellos llamaban ichcahuipili, y, los que podían, se guarnecían las pantorrillas con grebas de oro y, los molledos, con brazaletes de lo mismo, porque no tenían otro género de metal de que lo poder hacer. Y todo lo demás del cuerpo llevaban descubierto, salvo la cabeza, que siempre la adornaban con mucha plumería de todas suertes y colores. Algunos, por parecer fieros al enemigo, se embijaban de negro o de almagre y se pintaban los rostros de diversas formas, y en las rodelas, lo mismo, pintaban rostros y figuras espantables y desemejantes. Y, generalmente, todos procuraban ir adornados de la plumería de la que, conforme a su posibilidad, podían haber y alcanzar; aunque esto les era ocasión de muerte, porque el enemigo, especialmente los huexotzincas y tlaxcaltecas, se oponían contra el que más señalado andaba de ornamentos y plumajes, a fin de despojarle dellos, porque carecían dellos por su pobreza.
La guerra que hacían era a cada veinte días, conforme a la cuenta de sus fiestas del año, de manera que, una vez, la habían con los tlaxcaltecas y, otra, con los huexotzincas. Y ellos, por la propia cuenta, los aguardaban los propios días en el campo y lugares de la pelea, sin errarse jamás. Llegados los ejércitos a enfrontarse el uno con el otro a tiro de flecha u honda, hasta gastar las municiones se venían juntando y allegando los unos contra los otros, y peleaban a macana y rodela. Y los valientes y esforzados se señalaban en pelear y oponerse contra donde el enemigo estaba pujante o aventajado, corriendo a un cabo y a otro, y acudiendo a donde había mayor peligro. Y si alguno de los contrarios se señalaba en hecho y valor de armas, por el propio caso, discurrían por el campo hasta hallarle y pelear con él, conforme a la comodidad del tiempo y lugar. Y algunos destos, que eran conocidos por valerosas, se les juntaban de los contrarios los más escogidos, para dar en él y prenderlo o matarlo. Y el otro, por defenderse con sus valedores, se fundaban las más peligrosas peleas, a donde acudía cada cual en favor de los suyos, y allí era la mayor mortandad. Y, muchas veces, acontecia esto en diversas partes del campo, a donde acudian los generales, con valerosos soldados y Tequihuaque, a animar y defender a los suyos. Y, muchas veces, con industria, dejaban de respeto alguna gente, con mandado y orden de acudir a la mayor necesidad, con cuya venida de refrescos no podían los contrarios sustentar el peso de la batalla y, vueltas las espaldas, huían. Y, en esta coyuntura, había más cómodo lugar de prender a muchos de los contrarios, lo cual hacían yéndoles al alcance; aunque, muchas veces, revolvían con el esfuerzo de sus capitanes, o de otros valerosos hombres, de tal suerte que, algunos que tenían ya prisioneros, se hallaban burlados y, la necesidad que tenían de recogerse y no aguardar el peligro de caer en manos de los contrarios, les forzaba a soltarlos. Y, muchas veces, acontecía que, el prisionero suelto, así a del que había sido antes prendido, hasta que llegaban los suyos y lo acababan de sojuzgar y prender.
Había, entre ellos, hombres tan valerosos, que no se ocupaban en otra cosa más de en sustentar y tener en peso la batalla, sin curar de prender a ninguno contrario, aunque el tiempo y la ocasión se lo ofreciese, por no poner en riesgo de ser el ejército rompido por los contrarios, si no era cuando estuviese ya seguro desto. Y éstos eran, por la mayor parte, los generales y capitanes. El ser rompidos acontecía pocas veces, porque, por no lo ser, ponían todo su valor y esfuerzo. Y porque, demás del peligro en que se ponían, y todo el ejército, aunque escapasen de manos del contrario, eran gravemente castigados de sus señores con muertes y prisiones y con otros géneros de tormentos. Y, por esto, cada cual procuraba hacer el deber o morir honradamente, y no, con infamia, en poder de los jueces, que, con diligente inquisición, averiguaban las faltas que en la guerra cometían, especialmente las que se hacían de miedo y cobardía. Y, por la misma razón, hacían lo mismo de los que, como valerosos, hacían todo lo posible, cumpliendo con la obligación que de buenos soldados tenían, para darles premio y galardón.
Duraba la pelea, hasta que los generales hacían señal de retirarse, lo cual hacían sin volver las espaldas, hasta ver si el enemigo, con repararse, les daba lugar para ello. Cuando iban a la guerra, siempre iban tres ejércitos: el uno, desta ciudad, y el otro, de México, y el otro, el de Tacuba.Y todos, con sus generales, llegaban un día antes hecha la pelea como se ha dicho, se volvían con orden y concierto en formados escuadrones, hasta salir de donde hubiese temor o sospecha de que enemigos los pudiesen turbar e inquietar su camino. El cual hacían, a la ida y venida, con mucho recato, teniendo para ello muy fieles y diligentes espías que, de mano en mano, avisaban a los generales de lo que había, a los cuales premiaban largamente. Cuando caminaban con el ejército a pelear, iban delante los más valientes y escogidos soldados, y, en su seguimiento, el resto de la gente bisoña y nueva en el arte. Y, cuando venían de vuelta, los echaban delante.
Esto era solamente en las guerras de sus fronteros, los huexutzincas y tlaxcaltecas, pero, en las demás jornadas que hacían, de caminos largos en donde era menester llevar bagaje y servicio, tenían otra orden, porque, igualmente, iban soldados viejos tanto en la avanguardia como en la retaguarda, llevando en medio, en lo que se dice “batalla”, a los soldados nuevos y a la gente de servicio con el bagaje, echando siempre delante corredores, de hombres ligeros y valientes, para descubrir el campo y ver si los enemigos les ponían celadas y emboscadas, sin contar los espías que de ordinario iban y venían. Y, de noche, procuraban alojarse en partes y lugares seguros y aventajados, velándose con guardia que tenían de mucho cuidado y vigilancia; aunque, con todo esto, los capitanes y generales no se descuidaban un punto. Y, por esta orden, conquistaron y ganaron todo lo que poseían al tiempo que el Marqués del Valle vino a esta tierra.
Vueltos de la guerra, era cosa de admiración las averiguaciones que había de las cosas que en la guerra sucedían, así de flaqueza y cobardía como de esfuerzo y valentía. Especialmente, se tenía gran cuenta de si, estando el ejército en punto de ser perdido por cobardía de algunos, por el valor de algún valiente y esforzado no se rompió y perdió, para castigar a los unos y premiar a los otros. Otros tenían diferencias sobre los prisioneros, de cuál era el verdadero señor dél; porque acontecía haber sido preso alguno entre dos y tres, y más, y conforme a esto, y al tiempo en que acudió a ayudar, así llevaba el premio. Y si alguno, con falsedad, se aplicaba algún prisionero, diciendo haberle prendido, por el mismo caso, si se averiguaba lo contrario, era sentenciado a muerte y ejecutada en él la sentencia, aunque fuese el principal de los hijos del rey; de suerte que, en esto, no había cautelas ni favores para salir con ninguna maldad.
Los soldados que iban a la guerra no aguardaban paga ni salario, ellos ni sus capitanes, sino el premio digno de sus obras que, con muy cierta esperanza, aguardaban del rey, con muchas honras y favores. Tenían mañas y cautelas, los generales y capitanes, contra sus enemigos, porque, muchas veces, se ponían en emboscadas y echaban algunos soldados a que escaramuceasen con ellos, fingiendo retraerse o huir hasta meterlos en la celada o emboscada, dándoles por las espaldas con mucho ruido y grita; y esto era en partes y lugares y tiempos muy aparejados y acomodados para ello. Y, cuando era en campo raso, hacían muchas sepulturas de noche, muy disimuladas, llevando la tierra que dellas sacaban muy lejos. Y, en ellas, se escondían los más valientes y esforzados, soldados, y los generales echaban algunas ligeras bandas para escaramuzar con ellos, hasta meterlos delante de los que estaban enterrados; y, saliendo éstos de sus sepulturas, les daban por las espaldas con muy grande grita y alarido, con que los turbaban y eran tomados del un cabo y del otro, haciendo en ellos estrago y matanza. Y destas astucias, y otras cautelas, usaban los generales y capitanes cursados, especialmente contra enemigos poco expertos en el ejercicio de las armas y guerras. Los que escapaban heridos o lisiados, eran sustentados y curados por el rey, y a su costa. La guardaban con gran cuidado la disciplina y orden militar, sin exceder de lo que sus capitanes mandaban, so pena de muerte. Eran fidelísimos y constantes en toda adversidad, padeciendo con extraña paciencia todos los trabajos de la guerra. No temían la muerte, sino el hacer cosa infame y afrentosa.
El hábito que traían: En tiempo de su infidelidad, traían por vestido y hábito, los principales y señores, como se ha dicho, una manta de algodón, blanca y llana, cuadrada,y atada por el hombro, y unos lienzos por pañetes, con que cubrían los miembros vergonzosos. Y, las mujeres, traían naguas a manera de faldellines, sobre que se fajaban, y unas camisas que llaman huípiles, de algodón de diferentes colores, v, el cabello, recogido y atado de la suerte que aquí va pintado. La gente común traían las mantas de henequén de maguey y, de lo mismo, los pañetes; y, las mujeres, al respecto, que los unos y las otras andaban casi desnudos. Y, al presente, ellas traen el mismo hábito, aunque, por honestidad, han añadido una cobija blanca. Y ellos traen, demás de las mantas, camisas y zaragüeles, y algunos traen ya zapatos, en lugar de las cutaras que antiguamente calzaban.
Los mantenimientos de que antes usaban es de lo propio que al presente usan y se mantienen, que es, lo principal, el maíz de diferentes colores, aunque lo mejor es el blanco, y de frijoles de diversas maneras y colores, y de chian, que es una semilla de mucha sustancia, y de huauhtli y michihuauhtli,y de ají, apetito principalísimo y jamás fastidioso, por ordinario y perpetuo que se coma: y, con todos los géneros de comida, le da gusto y sabor; y gallinas, conejos, liebres, venados, y . otras muchas suertes de aves de caza. Y esto no lo alcanzaban sino los ricos, aunque ya la gente común, el día de hoy, goza de vaca y carnero, especialmente los que más tratan y conversan con los españoles; el pan de Castilla comen por regalo y fiesta, o por necesidad. Averiguóse una cosa digna de admiración, y es que, en tiempo de su infidelidad, vivieron sanísimos, sin jamás saber qué cosa era pestilencia; sino que, los que morían, habían de ser muy viejos o muy niños y tiernas criaturas: tanto, que se tenían por prodigio y mal agüero cuando moría alguno fuera destos dos extremos. Y no se halló que sus padres ni antepasados diesen noticia de haber habido jamás pestilencia ni mortandad como después de su conversión las ha habido; tan grandes y crueles, que se afirma haberse consumido por ellas, de diez partes, las nueve de la gente que había. Y esto se entiende y tiene por experiencia desde que los primeros conquistadores vinieron a esta tierra, porque ellos mismos afirmaban que era sin número la gente que había. Y parece bien claro que debía ser ansí, por la mucha tierra que labraban y cultivaban, que hoy día parece acamellonada generalmente en todas partes, la mayor parte de la cual está desierta y eriaza. Y, con tres pestilencias generales que han tenido desde que los ganaron, se han consumido y menguado de tal suerte, que dicen los indios viejos y antiguos, con quien esta relación se hace, que pueblos y lugares pequeños sujetos a esta ciudad, que tenían en su infidelidad más de a quince mil vecinos, no tienen al presente seiscientos, y otros que no eran tan grandes, están del todo despoblados y desiertos. Y es cosa notoria que, en la pestilencia general que hubo desde el año pasado de setenta y seis hasta el de ochenta, se llevó, de tres partes de la gente, las dos, a lo menos en esta ciudad y de la de sus sujetos, que se sabe, por el número y copia que dellos antes había, y por la cuenta que después acá se ha hecho de su cantidad, por mandado de la Real Audiencia, para hacer las tasaciones de su tributo. Y, en otras que hubo ha casi cuarenta años, hizo otro tanto estrago; sin contar la primera que hubo, de las viruelas, al tiempo que estaban los conquistadores en la conquista de la ciudad de México, que se entiende por cosa averiguada haber hecho aún mayor daño que en las que después acá han tenido, sin otras muchas pestilencias que han tenido de menos furia.
Las causas de donde procedía la sanidad que afirman que tenían en su antigüedad, y las que hay para que al presente tengan tan grandes y tan generales mortandades, aunque se han investigado por muchos españoles doctos y hábiles en Medicina, y por los propios indios, haciendo muchas diligencias e inquisición de su vida y costumbres en tiempo de su infidelidad, y del modo que ahora tienen de vivir, para tomar dello inteligencia, no ha sido posible saberse alguna que del todo cuadre y satisfaga; puesto que los unos y los otros dicen, y lo mismo afirman todos los curiosos que han pretendido llevar esto al cabo,que, si hay alguna causa de la consumición, es el muy grande y excesivo trabajo que padecen en servicio de los españoles, en sus labores, haciendas y granjerías, porque de ordinario, en cada semana, se reparten para este efecto mucha cantidad dellos en todos los pueblos desta Nueva España, y porque, en todos los lugares dellos, tienen edificios, haciendas y granjerias de pan, ganados, minas e ingenios de azúcar, caleras, y otras muchas maneras y suertes dellas, que benefician y labran con ellos, que, para ir a ellas a doce y a quince leguas de sus casas, son compelidos y forzados. Y dicen que, de lo que padecen allí, de hambre y cansancio, se debilitan y consumen de tal manera los cuerpos, que cualquiera y liviana enfermedad que les da basta para quitarles la vida, por el aparejo de la mucha flaqueza que en ellos haya y, más, de la congoja y fatiga de su espíritu, que nace de verse quitar la libertad que Dios les dio, sin embargo de haberlo ansí declarado su Majestad por sus leyes y ordenanzas reales para el buen tratamiento y gobierno dellos, afirmando que, del descontento de su espíritu, no podía prevalecer con salud el cuerpo. Y, ansí, andan muy afligidos, y se parece muy claro en sus personas, porque por defuera no muestran ningún género de alegría ni contento; y tienen razón, porque, realmente, los españoles los tratan muy peor que si fueran esclavos.
Raw 17: Health of Land
El asiento desta ciudad y población, de la mayor y más principal parte della, es en un llano descubierto, que se hace entre la laguna y la serranía y montaña grande de Tlaloc, que es el propio cerro que se trató en el capítulo 14, fojas 13v-14v, en donde los indios tenían antiguamente el ídolo de las lluvias y temporales; y la comarca se llama Acolhuacatlalli, que quiere decir ‘‘tierra y provincia de los hombres hombrudos”, como ya se declaró en el capítulo 13, foja 4r.
Raw 18: Proximity to Mountain Ranges
El puesto y sitio de la ciudad de Tezcuco, y generalmente de toda su tierra y provincia, es sana, y tal opinión se tiene de los naturales della, y por los españoles que la conocen desde el tiempo que a aquesta tierra vinieron; aunque, con todo esto, en las pestilencias generales no fue exenta ni reservada. Las enfermedades que comúnmente suceden a los indios son calenturas y fiebres, que se curan con sangrías a nuestro modo y purgas de la tierra de que ellos usan, de muchas y diversas cosas, especialmente de raíces. Y también suelen enfermar deciciones, tercianas y cuartanas, que asimismo curan con purgas. Algunos suelen tener bubas, pero muy pocos, y no les da ni penetra tanto en los huesos y partes interiores como a los españoles: cúranselas con raíces que beben, y con sudar mucho trabajando. Suelen tener diviesos, sarna y nacidos, enfermedad vieja suya que nace de sangre corrompida. Aún, para las pestilencias generales que han tenido, a lo menos la de ahora siete años y la que pasó ha casi cuarenta, no tuvieron ni hallaron remedio, sin embargo de que, entonces, los médicos indios y españoles hicieron para ello las diligencias posibles para atacar ese mal que ellos llaman cocoliztli ezalahuac, que quiere decir “pestilencia de cólera adusta y requemada”, y así era la verdad, porque los más que morían echaban por la boca un humor como sangre podrida.
Las viruelas que tuvieron al principio de su conversión, por ser mal hasta entonces tan poco conocido dellos, los maltrató y consumió gran parte, porque lo que tomaban por remedio les era causa de muerte, que era bañarse en agua fría; hasta que lo entendieron, y usaron de abrigarse y sudar, y hacer otros remedios que la necesidad y experiencia les enseñaba, con lo cual, después acá, en otras veces que les ha dado, se han curado, especialmente con sangrías. También han tenido pestilencia de paperas y flujo de sangre, aunque no tan mortíferas y contagiosas como las grandes. Y también suelen tener tabardete y dolor de costado y cámaras de sangre, y, como todas son enfermedades conocidas de los españoles, se han curado y curan por su orden y consejo, aplicándoles las medicinas y remedios ordinarios, con que se valen el día de hoy. De manera que para solos los cocoliztles no han hallado remedio. Y, si al principio se valieron contra él, fueron dos géneros de personas, qué eran, las unas, la gente rica, vestida y abrigada y regalada, y, la otra, la que vivía en tierras cálidas; de suerte que, en la gente más pobre y que vivía en regiones frías y secas, hicieron más efecto: el secreto y misterio de lo cual tampoco se pudo saber.
Raw 19: Rivers
Están de la ciudad de Tezcuco, la sierra nevada y volcán de Choleo, a la parte del sur, aunque algo más inclinados al oriente: la sierra, como a diez leguas, y el volcán, cuatro más adelante, por la propia vía desta. De cuya cordillera procede la serranía y montaña grande de Tlaloc, desta ciudad, la cual, continuada, pasa adelante hacia el norte, hasta fenecer en la provincia de Otumpan.
Raw 21: Notable Geographic Features
Ya se ha dicho, en el capítulo doce desta relación, que, entre esta ciudad y la de México, está una laguna,de la cual lo que hay que decir es que, de su propiedad y naturaleza, és muy amarga y muy peor, sin comparación, que la de la mar. Y, con no ser grande su hondo, a respecto de los grandes y muchos ríos de agua dulce que en ella entran, no se mejora ni convierte en la dulzura della, antes se está y permanece siempre su amargura natural. Y lo otro, que, aunque entran en ella otros ríos y que alguna vez crece por muchas aguas, no sobrepuja de su ser ordinario arriba de una vara de medir; de donde se presume que tiene algunas vías y aberturas por donde se vacía y desagua. Porque, si algún año es algo falto de lluvias, mengua tanto, que yo me acuerdo que, por la sequedad del año, apenas se podía navegar por ella, y porque, yendo por ella en una canoa a la ciudad de México, vi una abertura de peña tosca, que corría casi por medio della de norte a sur, y ancha de una braza, y en partes más y menos, llena de cieno, por donde debe de sumirse el agua della, que, casi por la mayor parte della, llevaban la canoa a jorro o, como dicen, a la sirga, huyendo de los bajíos y buscando lo más hondo para poder navegar. Pero, con todo esto, no se ha podido saber dónde y en qué parte responde. El agua della no cría ningún género de pescado, si no es a las bocas de los ríos, del agua de los que en ella entran, y esto es poco, y pequeño y ruin. Tampoco cría ningún género de aves, porque los géneros de patos y ánsares, y otras aves de agua que en ella hay, vienen, según dicen, de la Florida y no duran más de cuanto dura el invierno. Pero, con toda su maldad, todavía sacan della los indios, sus vecinos, muchos y muy ordinarios provechos. Lo primero es la mucha caza de aves, que toman con redes, y el pescadillo que cogen, de que se mantienen casi todo el año, y un género de comida que llaman tecuitlatl, que hacen de unas lamas verdes que cría, lo cual, hecho tortas y cocido, queda con un color verde oscuro, que llaman los españoles “queso de la tierra”. Cría otro género de comida que se llama ezcahuitli, que hacen de unos gusanillos como lombrices, tan delgados y tan cuajados por su multitud y espesura, que apenas se puede juzgar si es cosa viva o no; y otra que llaman ahuauhtli, que también comen ya los españoles los viernes, y que son unos huevecillos de unas mosquillas que se crían en ella; y otra que se llama michpillin y, otra, cocolin. Aunque las más destas comidas no comían, ni al presente comen, personas principales, sino pobres y gente miserable. No se cría sal del agua della, ni aun salitre bueno, porque, el que se da en sus riberas, no sirve de más de para hacer jabón.
Raw 22: Wild Trees
En cuanto a este capítulo veintiuno, no hay que satisfacer ni responder, porque, en esta ciudad y en su comarca, no hay cosa notable ni digna de admiración; salvo las grutas y cuevas que en muchas partes della hay, especialmente las de Quauhyacac, media legua desta ciudad hacia la montaña, que son tan grandes y capaces, que pueden vivir en ellas doscientos hombres. Y, así, las tuvieron por casa y asiento principal los señores chichimecas, antecesores de los reyes desta ciudad, porque, a la redonda y comarca, hay otras muchas en que, asimismo, vivían antiguamente los chichimecas, que todas ellas, el día de hoy, están desiertas y despobladas; pero muy tenidas y estimadas de los principales desta ciudad, sucesores de Nezahualcoyotzin, por la memoria de que sus antepasados, hombres tan valerosos y famosos en esta tierra, las hubiesen tenido por casa y morada.
Raw 23: Domestic Trees
Los árboles silvestres que hay en esta tierra y en su comarca, especialmente en los montes desta ciudad, y de que más abunda, son tres géneros. El primero es el abeto, que los indios llaman huiyametl, que son árboles muy grandes y crecidos y muy derechos, y hay dellos tan gordos, que tienen de redondo cuatro y cinco brazas por el pie, y, otros, más y menos, de que hacen los indios grandes canoas para navegación de la laguna, de que ya se ha tratado. Y, también, sacan dellos tablas para puertas, mesas y cajas; y, lo principal de que sirven, es para vigas y enmaderamientos, por ser muy derechos y poco ñudosos. Y dellos, especialmente de los nuevos, se saca el aceite que llaman “de abeto”, que es un licor tan blanco y claro como miel de abejas muy blanca: es medicinal y del que, en muchas enfermedades, se aprovechan los indios y españoles; es muy buena madera para mástiles. Otro género de árboles son pinos, que son de poco provecho, porque no sirven ni aprovechan más que para leña y carbón, y eso no bueno por su poca fuerza; no tienen piñones como los de Castilla; sácase dellos resina tea, de que se hace pez; es madera fofa y de poca fuerza y muy liviana; son altos y derechos, que, a necesidad, sirve alguna vez su madera de tablas para puertas o ventanas. El otro género es de robles y encinos, cuyos provechos no se escriben, por ser muy notorios. Hay madroños, árbol muy conocido, y álamos que llaman “prietos”, de ningún provecho, si no es para entallar, por ser madera laborable y liviana. Hay asencios que llaman de la tierra, que difieren muy poco de los de Castilla; pero éstos son puestos a mano en el cerro de Tetzcutzinco, traídos de los montes de Choleo, donde se crían naturalmente abundancia dellos.
Raw 24: Grains
Los árboles de fruta, naturales desta tierra y que se dan bien en ella, son cerezos, que, labrados y en tierra cultivada, dan muchas y buenas cerezas, de mucho sabor y gusto y razonable mantenimiento. Hay manzanos, que dan una fruta amarilla y algo encendida, casi del tamaño y gusto de las de Castilla, que llamamos “de por San Juan”; hay dellas unas mejores que otras, según el beneficio que a los árboles dellas hacen, o la malicia o bondad de la tierra donde se crían. Éstas, y las cerezas, pasan los indios, y las guardan para comer por regalo en tiempo de invierno. En los árboles destas manzanas, se ingieren muy bien la de Castilla, y peras y membrillos. Morales de moras negras, también tienen. Los aguacates y zapotes blancos que llaman “dormilones”, que hay en esta ciudad, es en algunas partes abrigadas y lugares templados, y muy poco y ruin, porque,su propia naturaleza es en tierra caliente, donde se da mucho y muy bueno, cuya propiedad no se escribe, porque habrán dado della razón los que hubieren hecho las relaciones de las tierras calientes. Hay tunales, planta muy conocida en esta tierra, y aún en España,por la que de acá a ella se ha llevado, que da y cría muchas y muy buenas tunas y de muchas colores, como son las blancas, que son las mejores, y encarnadas, amarillas y coloradas, muy dulces y de muy singular sabor y olor; hay otras, que tienen la cáscara agra, que, quitado solamente el hollejo y comida con lo de dentro, que es muy dulce, hace un muy singular sabor. Generalmente, las unas y las otras tienen propiedad de res treñir, y la razón es porque toda su sustancia, que es como agua, va por las vías de la orina y, las pepitas y granos della, seca y dura, pasa al estómago, el cual no es capaz a cocerlo y pudrirlo, antes se apeñusca y endurece de tal manera, que con gran trabajo y dolor se purga; lo cual se excusa con comerlas con pan, o muy pocas. Y, con todo esto, es esta fruta uno de los principales sustentos de chichime cas de las Zacatecas, a lo menos por todo el verano, porque, en este tiempo, se da y cría. No tienen otras frutas de que poder dar razón, porque, por la frialdad desta región, no se dan otras como se dan en las tierras calientes y templadas, que son muchas y muy diversas; de las cuales se gozan no menos que si fueran naturales, porque, por ser muy cercanas las tierras donde se dan, se traen aquí con facilidad y muy frescas.
De las que de España se han traído, y se dan muy bien en esta ciudad y su comarca, son duraznos de todos géneros y melocotones, priscos y albaricoques, y los que llaman “de Damasco”, peras mayo res y cermeñas, manzanas gordas que llaman "de invierno”, y de las “de por San Juan”, y membrillos muy mejores que en España. Las granadas y ciruelas se crían muy mal y, lo poco que se da, es muy ruin y muy cocoso; y lo mismo es de las higueras y olivos y parras, aunque éstas, si se beneficiasen bien, todavía se darían, a lo menos las moscateles, para fruta. Las naranjas, limas, cidra y sus semejantes, se dan medianamente; pero es, también, en partes abril gadas y defendidas del norte.
Raw 25: Food Crops from Spain
Los granos y semillas, y otras hortalizas y verduras naturales que han servido y sirven de sustento a los naturales: Las principales, después del maíz, son los' frijoles, de diferentes suertes y colores, que, cocidos y con ají, es sustento principal y ordinario para ellos; y el chian, que es una semilla muy menuda, algo .mayor que la de la mostaza, pero prolongadita y ajovada, blanca y pardita, de la cual usan los naturales por sustento muy principal y de mucha sustancia, que beben tostada, molida y deshecha en agua, muy fresca y muy aceitosa; y el huauhtli, que es otra semilla como de nabos, y de su propia color, salvo que es chatilla como las lantejas, de que, después de molida y amasada, hacen unos bollos metidos en hojas de maíz que cuecen en ollas, o haciéndola tortillas cocidas en un comal, que es en un tiesto redondo y llano, que toma, de redondo y circunferencia, como dos varas de medir, que en los propios cuecen las tortillas de maíz, que es su pan cotidiano. Y tienen Michhuauhtli, que es otra semilla blanca y más menuda: desta hacen bollos, por la propia orden que se ha dicho del huauhtli, y desta suelen beber, después de tostada y molida, y deshecha en aguamiel. Tienen calabazas grandes y dulces, que, cocidas o asadas, comen por fruta: es del talle y hechura, y color dentro y fuera, de los melones de Castilla, salvo que tienen cáscara y no se pueden comer crudas; y sus pépitas, que comen en muchos y diferentes guisados, y engrásalos por ser muy aceitosas. Tienen otra fruta que se dicen chayotli,espinosos como erizos o castañas, del tamaño de grandes membrillos: cómenlos cocidos; es fruta dulce y apácible, y que resisten la sed por ser aguanosas, y destas legumbres o frutas tienen para todo el año, que las traen de tierra caliente. Tienen bledos, berros, cebolletas y verdolagas, que comen en los tiempos en que se da. Tienen ají de su cosecha, de muchas suertes y colores, que comen en todos sus manjares, fresco y añejo, sin el cual ninguna comida les es grata ni apacible. Tienen xitomatl y miltomatl, que sirven de especia con el ají, de que hacen salsas y apetitos para comer, que, por no haber fruta ni legumbres de España a que se parezca, no se trata más dellos, y porque, también, es ya muy conocido, y aún se cría y da en España.
Raw 26: Medicines
De las que de España se han traído, como son coles, rábanos, cebollas y lechugas, usan generalmente dellas los indios a nuestro modo, pero pocos. Y se dan y crían muy bien en esta ciudad, en las huertas y jardines de los indios, con las demás verduras de yerba buena, perejil y culantro, nabos, chirivías y zanahorias, salvo las berenjenas, porque se traen de las tierras templadas comarcanas a esta ciudad. El trigo, muchas suertes, y cebada, se da muy maravilloso en labranzas y heredades de españoles, porque muy pocos indios se dan a ello por no tener lugar, y aun, apenas, para sus propias sementeras, por estar de ordinario ocupados en servicio de los españoles. Cogerse ha, en Tezcuco y sus sujetos, hasta diez mil fanegas de trigo, y, de cebada, muy poco, porque los que la siembran y cogen no es para vender, como el trigo, sino lo que les basta para gastar en sus casas. Tampoco se coge seda, aunque se podría, porque hay morales de que sustentar el gusano. Y, en tiempo antiguo, la cogía don Antonio Tlahuitoltzin, cacique y gobernador que fue desta ciudad, hijo de Nezahualpiltzintli. Grana hay poca, pero no dentro en la ciudad, sino en tierras altas, como son las que hay entre ella y el monte y serranía de Tlaloc, por ser algo más templado; y, aun aquí, se dan poco por ella los indios. Verdad sea, que no pueden acudir a ello ni tienen tiempo, por la ocupación ordinaria que tienen de los servicios personales, que, a no ser por esto, podrían tener tiempo para coger trigo y cebada, y criar seda y grana.
Raw 27: Animals
Las yerbas con que se curan los indios, raíces y plantas, granos y semillas, son muchas, así de las que se dan en esta ciudad y su comarca, como de las que de fuera della se traen, de las cuales el doctor Francisco Hernández, protomédico de su Majestad, tomó muy larga y entera razón, que escribió y pintó en unos libros que de sus calidades y naturalezas hizo, en donde se verán sus propiedades y efectos muy en particular de cada cosa; y ansí se satisfará a este capítulo de lo que más generalmente usan y qué más conocidos efectos hacen en sus curas y medicamentos, porque, para tratar de todas, era menester hacer un proceso y escritura de mucho volumen.
La yerba que llaman picietl, que, según dicen, es la misma que en España llaman beleño, aprovéchanse della para dormir y amortiguar las carnes, y no sentir el mucho trabajo que padece el cuerpo trabajando, la cual toman seca, molida, y mojada y envuelta con una poca de cal, en la boca, puesta entre el labio y las encías, tanta cantidad como cabría en una avellana, al tiempo que se van a dormir o a trabajar; aunque muy pocos de los indios que se crían con españoles usan della, ni aun de la gente política y ciudadana, sino hombres rústicos y trabajadores. También toman desta yerba por humo, en cañutos de caña, envuelta con liquidámbar; porque, atestados della los cañutos, los encienden por el un cabo y, por el otro, los chupan. Con que dicen que enjugan el celebro y purgan las reumas por la boca; y está ya tan admitida de los españoles que padecen estas enfermedades, que la usan para su remedio y se hallan muy bien con ellas. Y también usan della para ciciones, tercianas y cuartanas, tomándola por vía de calilla, porque les hace purgar. Asimismo, las hojas tostadas y puestas en la ijada cuando hay dolor, se quita con ellas.
Tienen otra yerba que llaman cihuapatli, que quiere decir “medicina de mujeres”, la cual, bebida, les hace luego parir y echar las pares, y ayuda a limpiarlas presto. Tienen otra yerba que se llama xiuhquilitl, que traen de tierra caliente, la cual, molida y hecha masa, se la ponen en la cabeza y les quita el dolor della; y aprovecha para el empacho del estómago o ahíto, y lo mismo hace para el molimiento del cuerpo. Tienen un grano que llaman ololiuhqui, que también traen de tierra caliente, el cual, molido y hecho masa, y puesto en las partes hinchadas que proceden de dolores interiores, quita el dolor y la hinchazón; y, asimismo, tostado y molido, y deshecho en agua y bebido, quita el molimiento del cuerpo, porqué hace sudár.
Raíces tienen muchas para purgar todo género de humores, y muy buenas, a opinión de los que lo entienden; salvo que no las saben aplicar y, así, se curan por acertamiento y ventura, y a poco más o menos.
Plantas tienen algunas y, éntre ellas por principal, un género de maguey que llaman cozamalometl, con que se curan todo género de heridas, porque toman una penca y la asan en el rescoldo, y, con el zumo dél caliente, lavan la herida y le ponen encima la penca, y, con esto, la;aseguran de pasmo. Es tan maravillosa su virtud y efecto, que se hacen curas con él que, a juicio de médicos, son tenidas por milagrosas.
Tienen otra planta, que también traen de tierra caliente, que llaman cuauhpatli, con cuya corteza hacen el vino blanco, y el mejor que ellos tienen, porque, echado en la miel que sacan de los magueyes, y puesto en botijas y parte abrigada, le hace hervir y convertir en vino.
Este maguey común y general, aunque hay muchas especies dél, unas mejores que otras, todos tienen una calidad. Es de mucho aprovechamiento para sustento de la vida humana, y, aunque dél hay mucho escrito, por satisfacer a este capítulo, se dirán algunos de sus aprovechamientos. Lo primero, es de la miel, que sacan dél virgen y pura y de la color de una agua blanquizca: della se hace el vino, con el cuauhpatli de que ya se ha referido, y también con una raíz que se dice ocpatli. Hácese dél miel para comer, porque, sacada dél la que se ha dicho la cuecen hasta espesarse y tornarse de la color de un arrope muy encendido: es singular provisión y mantenimiento. Hácese desta el azúcar que llaman chiancaca, y azúcar candi buena; y, a falta de azúcar de Castilla o miel de abeja, se hacen con ella razonables conservas. Desta misma miel hacen otro género de vino que llaman aoctli, pero no tan bueno como el que hacen de la miel simple y por cocer,y, ansí, no usaban dél si no en las tierras donde no se criaba esta planta. Su tronco tierno y pencas, cocido en barbacoa, es buena comida y dulce. Del hilo y henequén de sus pencas, hacen muchos géneros de mantas, de que, generalmente, usan los otomíes. Hácese, del hilo, todo género de sogas y cuerdas, e hilo para coser cosas bastas. Finalmente, que es de tanta utilidad y provecho, que aun hasta de sus troncos y pencas hacen chozas y bohíos; es muy buena leña para quemar, y, aun de su ceniza, se hacen muy buenas cendradas, en que los mineros sacan la plata. La lejía que della se saca es muy buena para los cabellos, y para otros muchos efectos; las púas qué estas pencas crían son muy agudas, enconosas, si pican con ellas: arrancadas de sus pencas, salen, con cada una, las hebras de su hilo que quiere el que las saca, con que se cosen muchas cosas groseras; de manera que, para éste, proveyó naturaleza de hilo y aguja en un sujeto, sin usar de artificio ni industria humana. Por la mayor parte, en las regiones donde esta planta se cría, es tierra seca y fría, y, generalmente, poblada de otomíes, indios muy poco labra: dores, y que suplen la falta de maíz con el provecho desta planta.
Tienen otras muchas plantas, raíces y yerbas, buenas y malas, de que no se trata, por no hacer largó proceso en esta relación; especialmente, porque, dellas y de sus propiedades, escribió muy largo el protomédico de su Majestad.
Raw 31: Architecture
No tienen salinas naturales, sino que, la sal que gastan y de que usan, es de panes y sacada por artificio de cierta tierra salitral que se cría en algunas partes dé la ribera de la laguna. El algodón de capullo que gastan para su ropa y vestido lo traen de las tierras calientes comarcanas, especialmente del Marquesado.
Raw 32: Fortresses
La forma y edificio de sus casas: Son bajas, sin sobrado ninguno; unas, de piedra y cal, y otras, de piedra y barro simple; las más, de adobes, de que más usan en esta ciudad por ser muy buenos, porque los hallamos hoy día en edificios viejos, hechos de más de doscientos años a esta parte, tan enteros y sanos, que largamente pueden servir en edificios nuevos. Tienen las cubiertas de sus casas con vigas y, en lugar de tablas, con muchas astillas muy menudas, tan bien puesta, que no cuela por entre ella ninguna tierra de la que ponen encima para terrado. La mayor parte dellas tienen su patio y, a la redonda dél, los aposentos que han menester, en que tienen sus dormitorios y recibimientos para hombres en un cabo y, en otro, para mujeres; y despensas, y cocinas y corrales. De las casas de los principales y señores, especialmente la de los reyes, son muy grandes, y de tan poderosas maderas, que casi parece imposible que industria ni fuerzas humanas las pudieran poner en sus lugares, como por las ruinas dellas hoy se ven en esta ciudad, especialmente en las casas de Nezahualcoyotzin, que están en la plaza; que, según su grandeza, y el sitio y término dellas, pudieran aposentarse en ellas más de mil hombres. Son sobre terraplenos, de un estado el que menos; de cinco o seis, el que más. Los principales aposentos que tenían eran unas salas de veinte brazas y más de largo, y otros tantos en ancho, porque eran cuadrados. Y, en medio dellos, muchos pilares de madera de trecho a trecho sobre grandes brazas de piedra, sobre los cuales ponían las madres en que cargaba la demás maderazón. No tenían estos aposentos puertas, sino unas portadas de madera, como pilares de la propia forma de los de adentro, a tres brazas uno* de otro, por donde se mandaban para entrar y salir. Y, como eran de madera y estaban descubiertos al sol y al agua, duraban poco, porque, en comenzándose a pudrir por los pies los pilares de las portadas, venían por allí a perderse, y toda la casa. Y no duraban tan poco, que, destos aposentos que ha más de ciento y cuarenta años que se edificaron, lo hay algunos todavía en pie y que se viven; de donde se juzga que, si la maderazón della estuviera guardada y cubierta del agua, durara mucho más, sin comparación, de lo que ha durado. Tenía esta casa un patio muy grande, con un suelo de argamasa muy enlucido y encalado, cercado de gradas, por donde se subía a los grandes aposentos y salas que a la redonda tenía. Había, en estas casas, aposentos dedicados para los reyes de México y Tacuba, donde eran aposentados cuando a esta ciudad venían; tenían aposentos para los demás señores inferiores del rey, sin otras muchas salas, en que hacían sus audiencias y juzgados; y otras, de concejos de guerra; y otras, de la música y cantos ordinarios; y otras, en que vivían las mujeres; con otros muchos palacios, y grandes cocinas y corrales.
El modo y la traza de las demás casas de principales y hombres ricos es por la misma traza, pero muy pequeñas a respecto de las reales; aunque todas, como se ha dicho, se fundan sobre terraplenos. Porque lo tienen por punto y blasón, de largo tiempo introducido, el preciarse de proceder de casa conocida con terrapleno, como decir, los hidalgos de España, ser de casa y solar conocido.